Planificar: por improvisación no me viene nada
"Si yo fuera tú, me pondría a planificar". Esa frase la decía un personaje de la famosa serie infantil Barrio Sésamo, con la que muchos hemos crecido. No hace tantos años de eso... Esa máxima sigue teniendo plena vigencia hoy en día, pues las empresas se enfrentan más que nunca al reto de asimilar fuertes y continuos cambios, no solo del entorno, sino también sociales, medios tecnológicos, nuevas regularizaciones y legislaciones, recursos de capital...
Es necesario, por tanto, tomar decisiones dentro del ámbito empresarial para poder adaptarse a este cambiante y complejo mundo. Este proceso recibe la denominación de dirección estratégica, que me gusta definir como el arte y la ciencia de poner en práctica y desarrollar todos los potenciales de una empresa, que le aseguren una supervivencia a largo plazo y, a ser posible, beneficiosa.
Es importante recordar que la estrategia tiene que ir siempre de la mano de la innovación y la creación de valor añadido. Cualquier empresa que desee tener éxito y busque beneficios debe someterse a un sistema formal de dirección estratégica; es decir, seleccionar y definir perfectamente sus valores dentro de la cadena de valor de la compañía que la hará destacar frente a la competencia.
La dirección estratégica podemos dividirla en tres fases:
1. Definición de objetivos estratégicos: Primero hemos de definir la filosofía y misión de la empresa o unidad de negocio. Luego, establecer objetivos a corto y largo plazo para lograr la misión de la empresa, que define las actividades de negocios presentes y futuras de una organización.
2. Planificación estratégica: Es necesario formular diversas estrategias posibles y elegir la que será más adecuada para conseguir los objetivos establecidos en la misión de la empresa. Una vez realizado lo anterior, desarrollar una estructura organizativa para conseguir la estrategia.
3. Implementación estratégica: Por último, pero no por ello menos importante, tenemos que asegurar las actividades necesarias para lograr que la estrategia se cumpla con efectividad. Controlar la eficacia de la estrategia para conseguir los objetivos de la organización.
En resumen, el proceso de dirección estratégica requiere una planificación, un proceso continuo de toma de decisiones, decidiendo por adelantado qué hacer, cómo hacerlo, cuándo hacerlo y quién lo va a hacer.