Packaging, cuando la estética se antepone a la eficacia
Uno de los errores más comunes a la hora de afrontar el desarrollo de un producto (en este caso me voy a centrar en el packaging) se produce cuando en la empresa se funciona por departamentos estancos y el de diseño, sea externo o interno, se erige como el centro del mundo, con el fin en mente de que ser creativo en el diseño es la panacea de todos los problemas.
El desconocimiento o la deliberada ignorancia, que todavía es peor, del proceso del producto desde su producción, transporte, exposición, venta o almacenaje y el uso por parte del cliente suelen hacerse patentes frecuentemente. Cuestiones como las siguientes siempre han de tener una respuesta previa a la realización del diseño:
-¿Desde qué punto de vista hemos priorizado su realización? Sólo hay una respuesta posible: desde la perspectiva del cliente, de aportarle valor, de darle soluciones.
-¿Qué piensa el cliente final de su uso, utilidad, practicidad, etc.? ¿Contamos con su validación?
-¿Cómo afectan los formatos de venta y transporte en la exposición, reposición o el propio transporte? ¿Me está generando ineficacias en la capacidad, en el volumen transportado o roturas de stock en la exposición por su corto o excesivo tamaño?
-¿La información que facilitamos está dominada por la “creatividad” o quizás por la “legalidad”? Otro posible error cuando es el departamento legal, control de calidad, etc., quien se erige en protagonista.
-¿En qué momento ha entrado en el proyecto el departamento de diseño? Toda respuesta que no sea desde el inicio, nos llevará a ineficacias.
Como conclusión, indicar que “packaging y diseño tienen que estar al servicio del producto, pero pensando siempre en el cliente, y no ser el protagonista, como a veces ocurre”.
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