La publicidad no puede ser mejor que tu producto o servicio
Si nos preguntasen qué esperamos de las acciones de comunicación con nuestros clientes, independientemente de la forma más técnica o no de expresarlo, la respuesta iría en la línea de "lograr que nuestra comunicación consiga transmitir y convencer al posible cliente sobre las excelencias del producto o servicio".
Todos recordamos magníficas acciones de comunicación, que se han quedado en eso: en excelentes campañas merecedoras de premios y reconocimientos. ¿Pero qué hay del producto motivo de la misma?
Existen dos riesgos arto frecuentes en este tipo de acciones. Por una parte, cuando el egocentrismo publicitario, en cualquiera de sus múltiples vertientes, devora al objeto de la comunicación, su única razón de ser y que muchas veces olvidamos. El producto pasa a un segundo término o incluso casi desaparece.
El otro riesgo de este tipo de comunicación es el autobombo. La máxima de 'haz ruido que algo queda', desde luego para mí no aplica, al menos en el sentido positivo de la misma.
Si algo tengo claro después de dedicarme toda mi vida profesional al marketing y a la comunicación es el flaco favor que se le hace desde estas parcelas cuando creamos falsas e infladas expectativas. Cuando la imagen y bondades del producto en tu comunicación superan la realidad el resultado no puede ser otro que crear un descrédito en el cliente, que además te devolverá con desconfianza en tu próximo intento de convencerle. Ese esfuerzo invertido en reflejar una irrealidad va exponencialmente a multiplicar la dificultad en volver a sintonizar con el cliente en el futuro.
Traslademos esta mala praxis a la vida cotidiana. Es como inflar tu curriculum para optar a un puesto de trabajo, a falsear tu perfil en redes sociales para conseguir más amistades. ¿Hasta dónde llegas con esta práctica? ¿Es suficiente para ti? Para algunos, puede que sí, pero hablando de negocios no creo que sea así. La publicidad no puede ser mejor que tu producto o servicio.
Otro tema a tener en cuenta es querer vivir publicitariamente hablando, de lo que hemos sido. No olvidemos que ante el cliente no vivimos de nuestro pasado, sino de nuestro presente, que marcará la tendencia del posible éxito futuro.
Defenderé siempre la inversión en comunicación, ahora bien, cuando es honesta y está al servicio del producto. No debemos olvidar que una buena comunicación NO hace bueno un producto, pero también es cierto que una mala comunicación puede hacer malo un buen producto.