Bares y restaurantes: menospreciados y pobres, pero poderosos
La hostelería es mucho más que una parte de la economía: es una forma de vida. Los madrileños han apoyado en las últimas elecciones a Isabel Díaz Ayuso, la candidata que hizo bandera de su defensa de la restauración.
Se ha escrito mucho sobre el sector de la hostelería durante esta pandemia que parece estar dando los últimos coletazos. Se ha dicho -y se sabe ya- que de los 300.000 puntos de venta que estaban censados en nuestro país en tono al 70% correspondía a negocios independientes (autónomo él, autónomo ella y mal pagados hijos o parientes sacrificados, el resto de equipo).
Durante más de un año, expertos en enfermedades contagiosas de todo el mundo han recomendado que se cerrasen o acotasen al máximo estos espacios de negocio porque sin tapabocas ,y elevando la voz de plato en plato, se contribuía a propagar el virus de manera loca.
Al amparo de este hecho, se han chapado negocios a la fuerza sin ningún tipo de ayudas: de las exiguas arcas del Estado no han salido euros, y el último y único refugio han sido los ERTES.
Por lo tanto, cerrados por imposición y sin contraprestación.
Los pocos ánimos que quedaban de algunos propietarios se han movilizado en forma de demandas que veremos donde acaban. En fin. Hasta aquí lo sabido.
Ayuso contra el mundo
En este contexto, la presidenta de Madrid se ha convertido en la “contra” del mundo (no de España, no de Galicia, si no de casi toda Europa conocida y del resto de países ricos). Sea por insensatez o por estrategia política, ha decidido capitanear, abanderar y liderar un arriesgado y conocido aperturismo económico en este menospreciado y castigado sector.
¡Y le ha salido bien!: Los resultados de las votaciones han confirmado que seguirá sentada en su trono y dependerá menos de los demás…
Por eso, más allá de de los resultados, de la política ganadora, de los riesgos asumidos, e incluso de las víctimas que quizás ha habido de más, me alegra un montonazo comprobar que este sector, denostado a más no poder, es mucho más que el 6% del PIB, el dato que se esgrimía como única defensa.
La hostelería y los bares, tan utilizados en las campañas de publicidad, en los eslóganes de los grandes proveedores (“Benditos bares” de Coca-Cola), en películas, series de reconocida fama, en libros y revistas no es solo una parte de nuestra economía. A sus propietarios y trabajadores hay que sumar también sus usuarios (tabernarios o no) y en especial, las complicidades que se cuecen alrededor de una mesa con unas MAHOU y unas papas de FRIT RAVICH.
La hostelería ha resultado ser mucho más que una parte de la economía. Sí, sí, es casi una forma de vida. Mis colegas de “Juntos con la Hostelería” no estaban tan desencaminados cuando pretendían que los bares fuesen “Patrimonio de la Humanidad”.
Seremos pobres y honrados, pero ojo, a partir de ahora, también influyentes. Porque, atención, esto no es sólo de Madrid: esta fuerza está en todos los rincones de España.
Gracias por resistir.
Antonio Agustín
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