Condenados a entendernos
Con permiso del editor, me salto esta semana el encargo de escribir sobre el sector, aunque no las normas, ya que FoodRetail se ha hecho eco ya.
Desde el 1-O creo que todos nos sentimos como después de recibir una bofetada demasiado fuerte o hacer una broma excesivamente pesada. Es como esa incómoda sensación de habernos pasado de la raya y de que como malos perdedores nos hemos convencido ya de que la culpa es del otro -el adversario-, que es tramposo además.
Por otra parte, nos han polarizado hacia posiciones extremas (el sí y el no, el blanco y el negro) cuando la mayoría, me temo, de allá y de aquí, está en el gris más vulgar.
Durante lustros, unos se han dedicado a avanzar con paso casi militar, mientras muchos de los otros se han limitado a observar incrédulos y con increíble pasividad, a callar. Empresarios, artistas, directivos, médicos, comerciantes, patronales y sindicatos han estado ausentes del escenario teatral.
Las buenas noticias quizás están empezando a llegar: una vez se va disipando la polvareda de la batalla inicial, se empiezan a oír voces disconformes tanto entre el unitario bloque de separar como en el más silencioso del juntar.
Esto se puede resolver, no lo podemos dudar, pero exige mucha generosidad.
Y este sector sabe de esto. Llevamos décadas escuchando aquello de que "fabricantes y distribuidores están condenados a entenderse". Un buen ejemplo para la sociedad.