Rascarse la faltriquera

Caja de un supermercado / Redacción FRS
Antonio Agustín

13 de noviembre 2017 - 12:53

La faltriquera era una pequeña prenda o bolsa de tela que las mujeres llevaban bajo la falda o el delantal y en la que guardaban bagatelas como agujas e hilo de coser, algunas monedas, pañuelo, o simplemente el curioso invento del dedal.

La vieja expresión "Rascarse la faltriquera" tiene que ver con la mala gana que supone tener que pagar o, simplemente, liquidar una deuda.

Estudios de famosas universidades del mundo demuestran que pagar genera espasmos que recuerdan al dolor. Y que éste se acentúa cuando el precio se hace evidente: por ejemplo, al seguir la evolución del taxímetro, comprobar las cantidades en la carta de un restaurante o, simplemente, ver u oír los números en los surtidores de gasolina... y que disminuyen señalizando los importes con números más pequeños o escribiendo cerca de la suma total la feliz expresión de "gratis".

El dichoso momento del intercambio genera, pues, mal rollo, que puede relativizarse con un envoltorio o paquete chulo, generando la sensación de trueque ventajoso, metiendo cupones o tarjetas de crédito de por medio (de retrasen el fatal momento) o, como no, también haciendo el pedido y pagando online, ya que así siente más lejos el desenlace fatal.

Comprar pues, puede ser agradable, pero pagar, jamás.

¿Hasta qué punto los detallistas deberían trabajar más este momento de mal trago para evitar trasladar malas imágenes al comercio que presenta la cuenta a liquidar?

Varias reflexiones sobre el particular: de entrada, ni dar pie ni dejar de hablar de la "dolorosa" desde ya.

En segundo lugar, hay que empezar a pensar seriamente en cómo lograr una buena ecuación en el intercambio en la que el comprador se sienta afortunado: por la experiencia, por el descuento conseguido, por la calidad percibida o el orgullo corporativo de haberse "agenciado" algo bueno en un comercio sin igual.

Finalmente, es imprescindible sustituir o desterrar de la mente del cliente comprador la maligna expresión de "coste" por otra más parecida a satisfacción de la transacción.

Aún así, si ha quedado muy en su experiencia lo de "pagar", es que algo anda mal.

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