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El miserable valor de cocinar

Un hombre cocina varias verduras
Un hombre cocina varias verduras / Redacción FRS
Antonio Agustín

19 de febrero 2018 - 17:08

Leímos la pasada semana en FoodRetail que el consumo de platos preparados creció en más de un 5% y que la media nacional está ahora en 14 kg y pico por persona al año. Mucho parece cuando anotamos este resultado, pero muy poco es cuando lo comparamos con los cerca de mil que engullimos cada español al año (entre 60 y 70 cada mes).

Mucho o poco, me da que esto va a ir a más. A mucho más. Y hay varios estudios por ahí que nos pueden ayudar a entender por qué.

Sobre la cocina: el 20% dice que no pisa la cocina en weekend, únicamente el 19% dice cocinar en sábado y un 24% cambiaría la cocina por un vestidor. No es extraño ya que confesamos disponer en ella de más de 30 utensilios, muchos de los cuales declaramos no conocer ni el nombre ni por supuesto la función.

Y es que pasión, pasión por la cocina, tan sólo la siente un 27%. Y entre éstos, que reconozcan que tienen algún don, no llegan al 20%. Cocinamos tan sólo un 13% cada día y únicamente una vez al mes -en media- por placer. Un 22% dice cocinar por obligación.

O sea que, afición, afición... como que no...

"Cocinamos tan sólo un 13% cada día y únicamente una vez al mes -en media- por placer"

Sobre las recetas que conocemos. Dicen también estos estudios que lo que sabemos proviene de tres fuentes principales: Internet (32%), televisión (15,5% y seguramente creciente a tenor de la profusión de programas de chefs) y 28% de mamás y abuelas entregadas.

O sea, lo que es sostenible -la tradición- es la fuente de algo más de un 25%.

Sobre lo que consumimos. En España los cinco alimentos que a modo de columnas sustentan el Partenón alimentario son el aceite de oliva, el arroz, las patatas, la carne y el pan.

Algunas fuentes sostienen que se mantienen las tópicas diferencias regionales... recalcando que en Cataluña sigue causando furor el pan con tomate, la longaniza y la butifarra; en Galicia, la empanada y el pulpo; y en Madrid, la tortilla, los churros y los callos.

O sea, que sobre lo que comemos podemos concluir que todo es bastante simplón.

"Sobre lo que comemos podemos concluir que todo es bastante simplón"

Resultados de esta ecuación:

No hay demasiada afición por la cocina diaria + el peso de la tradición culinaria no es muy relevante + nos tiramos más al consumo de ingredientes que al de soluciones = la cocina de platos preparados tiene un futuro previsiblemente gozoso.

Ahora bien: ¿cuál es la barrera que impide un desarrollo más rápido y generoso?

Bienvenidos a la Tierra: nuestra concepción miserable de la cocina. Dicen que al precio, aunque le falta muy poco en la ecuación de valor para iniciar el camino imparable a la masificación, es un pelín alto.

Si quieren saber el valor no tienen más que restar al precio de comprar unas albóndigas preparadas, el de los ingredientes y útiles necesarios para su preparación. Ante tan mísero resultado se hace muy difícil explicar la profusión de programas de televisión y el elevado número de personas empeñadas en ser cocineros de profesión.

Será porque como casi siempre los pocos de arriba (la alta cocina) tienen premio mientras que los currantes del día (la baja cocina), es decir, amas de casa infravaloradas o jubilados aprendices, siguen amarrados -y castigados- al duro banco de los fogones y el extractor.

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