2021, recuperación y transformación
Tribuna de Fernando Faces (San Telmo Business School) incluida en el Anuario de la Innovación 2021 de Food Retail & Shoppers. Iniciábamos 2021 con la esperanza de que fuera el año de la recuperación y transformación. La Covid-19 ha causado la mayor crisis y transformación socioeconómica y política de los últimos 100 años. Su globalidad, intensidad y duración tendrán un impacto socioeconómico y político de largo alcance. La pandemia ha sido un acelerador de tendencias subyacentes a la realidad socioeconómica y política. El coronavirus ha sorprendido al mundo creando desconcierto e incertidumbre, inseguridad y fragilidad. Ha sido una lección de humildad para una humanidad tecnológica que creía tener el conocimiento y el dominio de la naturaleza.
El impacto socioeconómico de la Covid-19 ha sido global, pero al mismo tiempo desigual entre países, sectores y clases sociales. Los países más pobres, con un sistema sanitario insuficiente, una capacidad presupuestaria limitada y un mayor peso de los servicios y el turismo han sido los más vulnerables. La anticipación y la contundencia de las medidas sanitarias y económicas adoptadas, así como la capacidad presupuestaria de cada país, han sido determinantes.
Los sectores más castigados a nivel global han sido los servicios, el turismo, la hostelería y el transporte. Desde el punto de vista social, las desigualdades han sido manifiestas. Los que más han sufrido han sido los más débiles. En 2021 se crearán 25 millones menos de puestos de trabajo y en 2022 cerca de 20 millones menos que las proyecciones que realizó el FMI en 2019. La previsión actual del FMI es que la economía mundial crezca en 2021 el 5,5% y en 2022 el 4,2%.
Entre los países menos afectados está China, que creció el 2,3% en 2020. Entre los países medianamente afectados podemos citar a Estados Unidos (-3,4%), Rusia (-3,6%) y África subsahariana (-2,6%). Entre los países más perjudicados, la Eurozona (-7%), en la que destacan España (-11,1%), Italia (-9,2%) y Francia (-9%). Entre los países emergentes y desarrollados destacan América Latina y Caribe, México y Sudáfrica.
RECUPERACIÓN: LA GRAN DIVERGENCIA
Adicionalmente, la recuperación está siendo desigual e incompleta. Desigual entre países, sectores y regiones. Incompleta porque algunos países tendrán que esperar hasta 2023 o 2024 para alcanzar la renta y riqueza de 2019. Entre los países que antes se recuperarán está China, que en 2021 crecerá el 8%, y Estados Unidos, que en 2021 habrá alcanzado la recuperación total. Un año más tarde, en 2022, lo harán Alemania, Francia, Japón, Canadá, Rusia, Arabia Saudita y Nigeria. Habrá que esperar hasta 2023 para que los países más rezagados completen su recuperación, entre ellos España, Italia, México y Sudáfrica.
En Europa, la recuperación será a dos velocidades: en primer lugar, Alemania y los países del norte, y más rezagados los países del sur. España será la campeona tanto en el impacto negativo como en el retraso en la recuperación. Las nuevas olas de la pandemia están retrasando la recuperación, que no se iniciará hasta el segundo semestre de 2021. En esta crisis el retraso sanitario equivale a destrucción del tejido productivo y empleo.
Existe el temor de que el retraso de las vacunas y el fin de las ayudas provoque una oleada de quiebras de pequeñas y medianas empresas.
LA FE DE LOS MERCADOS FINANCIEROS
Sorprende la asimetría del comportamiento de los mercados financieros y de la economía real. La recuperación sanitaria y económica está evolucionando con lentitud, incertidumbre, rebrotes y mutaciones, y problemas de distribución y producción de vacunas. Por el contrario, los mercados financieros lo celebran con exuberancia irracional. Tienen fe en que los bancos centrales harán todo lo que sea necesario para mantener la estabilidad financiera y apoyar la recuperación con abundantes flujos de liquidez y bajos tipos de interés. Las primas de riesgo están en mínimos, la financiación es abundante y la deuda pública y corporativa sigue creciendo.
La creciente burbuja de activos puede implosionar provocando una nueva crisis financiera. Otros lo niegan argumentando la certeza de la recuperación tras el anuncio de las vacunas y la confianza en que los bancos centrales mantendrán la liquidez sin límite y los tipos de interés bajos. Tanto el FMI como el Banco Internacional de Pagos de Basilea hacen una llamada a la prudencia de los inversores e insisten en la necesidad de que los bancos centrales estén vigilantes, animando a los gobiernos a que continúen con las políticas fiscales expansivas hasta que la recuperación esté consolidada. Preocupa el tamaño de la deuda pública global, que ha alcanzado el 98% del PIB mundial, y también el espectacular aumento de la deuda corporativa en los países emergentes. Una subida significativa de los tipos de interés de los bancos centrales haría la deuda pública y corporativa insostenible, provocando una crisis financiera de deuda y abortando la recuperación. Los países emergentes han aportado el 60% de la recuperación mundial.
MIEDO A LA INFLACIÓN
Recientemente, el miedo al retorno de la inflación está convulsionando los mercados financieros. Se teme que los programas fiscales expansivos, especialmente el recientemente aprobado Plan Biden de 1,9 millones de dólares y las políticas monetarias expansivas sin límite, acaben provocando un fuerte aumento de la demanda en un momento en el que la oferta está limitada por los problemas de la cadena de suministros global y la destrucción de tejido productivo. El primer síntoma ha sido del disparo de la rentabilidad de los bonos a largo plazo. De consolidarse las expectativas de inflación, los bancos centrales se verían abocados a subir los tipos de interés, lo cual, con unos niveles de deuda pública y privada altísimos, podría provocar una crisis financiera. A corto plazo no parece probable, pero a medio plazo es posible.
De momento, los bancos centrales no están preocupados y manifiestan que están vigilantes y que disponen de instrumentos suficientes para garantizar la estabilidad financiera, pero los inversores están inquietos, como lo refleja la alta volatilidad de los mercados financieros.
DIVERGENCIA EN LAS POLÍTICAS DE RECUPERACIÓN
A diferencia de la crisis de 2008, la respuesta de la política económica a nivel global ha sido rápida
y contundente. El eje fundamental han sido las políticas monetarias y fiscales expansivas. El mundo se ha vuelto keynesiano. Hay que evitar la destrucción del tejido productivo y del empleo inyectando liquidez sin límite y endeudándose los gobiernos, dentro de los límites de su capacidad presupuestaria y de sus posibilidades de financiación.
En los países desarrollados, las medidas aplicadas han sido las ayudas directas, las moratorias de préstamos, alquileres e impuestos, las regulaciones temporales de empleo (ERTE), la financiación de las empresas y las capitalizaciones. El problema es que estas medidas, que se adoptaron bajo la hipótesis de una crisis temporal en forma de V, hoy son insuficientes. La realidad es que la crisis se está prolongando y que aumenta el riesgo de fuertes daños estructurales, de destrucción del tejido productivo y empleo. Con el trascurso del tiempo, las tensiones de liquidez se convierten en problemas de insolvencia, lo cual ya está
ocurriendo en España, donde 300.000 autónomos y 125.000 pymes están a punto de quebrar. Según el Banco de España, más del 40% de las empresas tiene problemas de financiación y muchas de solvencia. El paro, incluyendo autónomos y ERTE, se aproxima a los seis millones.
Existe una gran divergencia en las políticas de recuperación de los países avanzados, emergentes y de bajo ingreso. La capacidad de apoyo al tejido productivo no ha sido la misma. Los países avanzados han destinado el 24% del PIB; los países emergentes, el 6%; y los países de bajo ingreso, el 2%. Es muy importante que las políticas monetarias y fiscales se mantengan el tiempo necesario hasta que la recuperación esté consolidada. El tiempo de mantenimiento de estas políticas va a depender de la capacidad
presupuestaria de cada país y de las condiciones de financiación de los crecientes déficits y deudas públicas.
Desde este punto de vista los países de bajo ingreso y los emergentes, salvo China, son más vulnerables. En la Europa de dos velocidades, España y los países del sur están incurriendo en grandes déficits y deuda públicas, solo sostenibles gracias a la suspensión temporal del Pacto de Estabilidad y Crecimiento y a la
financiación sin límite del Banco Central Europeo (BCE). España es de los países europeos que menos ayudas directas ha concedido a las empresas, por su alto endeudamiento público (117,1% del PIB). Por el contrario, es de los que más financiación (ICO) ha aportado. Europa iniciará la recuperación con un crecimiento del 3,2% en 2021 y del 3,5% en 2022, tras caer en 2020 el 7,5%. La deficiente gestión de las
vacunas, la indecisión y los retrasos en la toma de medidas sanitarias y económicas, y la falta de liderazgo son las causas principales de la débil recuperación europea. El tamaño de los estímulos ha sido inferior al de China y USA.
En España la situación presupuestaria de partida de alto endeudamiento y los desequilibrios no corregidos por la ausencia de reformas estructurales han limitado su capacidad de recuperación. El liderazgo de Francia y Alemania ha propiciado una decisión que supone un salto histórico en el proceso de integración europea: la aprobación del Fondo Europeo de Recuperación, destinado a los países más castigados por la pandemia. Fondo que irá destinado a la transformación digital y la economía verde: el nuevo paradigma europeo.
EL RIESGO DE LA RECUPERACIÓN ASINCRÓNICA
Una pronta recuperación en 2021 y 2022 de países como China, Estados Unidos o Alemania, acompañada por un repunte de la inflación, obligaría a los bancos centrales a subir los tipos de interés y a los gobiernos a iniciar la consolidación de sus desequilibrios presupuestarios. Este escenario podría endurecer las condiciones de financiación de los abultados déficits y deudas de los países emergentes y también de algunos países desarrollados como España o Italia. La deuda de estos países podría hacerse insostenible.
Los movimientos de salida de capitales desde los países emergentes hacia los desarrollados crearían graves tensiones financieras, devaluación de sus monedas e inflación, con riesgo de abortar su recuperación y cuestionarla globalmente. La asincronía en la reactivación puede llegar a ser un problema que sólo se resuelve con una adecuada coordinación y cooperación dentro del G20 con la ayuda del FMI.
PANDEMIA Y DESIGUALDADES
Dentro de cada país la pandemia ha acrecentado las desigualdades socioeconómicas en renta, riqueza, acceso a la salud, a la educación y al bienestar. Brechas ligadas a la pertenencia a una clase social, a la edad, al género o a etnias y razas. Los más pobres, los más dependientes, los más jóvenes y los de más edad, las mujeres, las pequeñas empresas, los autónomos, en definitiva, los más débiles y vulnerables han sido los más dañados por la crisis.
Desigualdades que también se han hecho evidentes en la protección sanitaria y en el acceso a las vacunas. Los avances en la consecución de los objetivos de igualdad de la Agenda 2030 han retrocedido más de una década. Se estima que el 16% de la población mundial está accediendo al 60% de las vacunas. La brecha digital entre los ciudadanos de los países menos desarrollados ha determinado que el 50% de niños y jóvenes haya tenido problemas de acceso a la educación por no disponer de la tecnología adecuada. De los más de dos millones de muertes que se ha cobrado la Covid-19, un altísimo porcentaje representa a personas de edad avanzada, socioeconómicamente débiles y dependientes.
Recuperar el terreno perdido requerirá que las políticas de recuperación y transformación incorporen como eje principal la protección social y criterios justos de distribución y asignación de oportunidades que permitan reducir la brecha de las desigualdades.
POLÍTICAS DE TRANSFORMACIÓN: UN NUEVO MUNDO
Tendencias que venían operando desde hace décadas se han acelerado y otras nuevas han irrumpido para crear un nuevo mundo al que los gobiernos, las empresas y los ciudadanos tendrán que adaptarse. De aquí que las políticas de recuperación no sean suficientes. Nada será igual: ni la forma de trabajar, ni las relaciones sociales, ni los hábitos de consumo, ni los procesos productivos y comerciales. La Covid-19 ha puesto en evidencia la insostenibilidad de un modelo de crecimiento no inclusivo que genera desigualdades y conflictos sociales crecientes, desestabiliza las democracias, crea desconfianza en las instituciones y destruye el medio ambiente. De aquí que sean necesarias políticas transformadoras que garanticen un crecimiento sostenible, inclusivo, verde y digital.
Las políticas de transformación deben ir orientadas a restaurar la pérdida de potencial de crecimiento y creación de empleo, y al mismo tiempo a garantizar la sostenibilidad a medio plazo de los altos niveles de deuda generados por la crisis. En España se concretan en las políticas estructurales pendientes.
En segundo lugar, son necesarias políticas y proyectos de inversión en infraestructuras, en digitalización, en energías renovables, en sistemas de salud, en educación y en medio ambiente.
Por último, esta crisis exige la cooperación y solidaridad internacional, tanto en el proceso de vacunación y protección sanitaria, como en la recuperación y transformación. En una economía global la pandemia no tiene fronteras. La seguridad sanitaria solo la alcanzaremos cuando todos, países ricos y pobres, estemos inmunizados. Es necesaria la cooperación y solidaridad, aunque, esta vez, egoísmo y solidaridad se dan la mano.
NEXT GENERATION UE: OPORTUNIDAD HISTÓRICA PARA ESPAÑA
España ha sido uno de los países más afectados sanitaria y económicamente por la pandemia, por la deficiente gestión sanitaria y la persistencia de los históricos desequilibrios estructurales: modelo productivo centrado en sectores de bajo valor añadido, escaso tamaño empresarial, rigidez de los mercados y alto paro estructural, ineficiencia de la administración pública, excesivo endeudamiento público, insuficiente innovación y escasa competitividad y productividad. El consenso de los analistas predice que España crecerá en 2021 el 5,6%. Un crecimiento insuficiente para recuperar la caída de 2020. Habrá que esperar hasta 2023 para recuperar los niveles alcanzados en 2019.
La gran noticia para España es la aprobación del fondo europeo Next Generation UE. España recibirá ayudas por valor de 140.000 millones de euros: 72.000 millones en subvenciones y el resto en préstamos. El objetivo último del Fondo Europeo es la transformación del sistema en un modelo productivo más competitivo, moderno, sostenible, verde y digital.
Las ayudas deben dirigirse a proyectos de inversión que cumplan con estos objetivos. El plazo para la presentación de proyectos es abril de 2021 y su disposición dependerá de que España cumpla con los objetivos marcados por Bruselas y también con las reformas estructurales pendientes.
Bruselas va a exigir que ejecutemos las reformas pendientes de las pensiones, del mercado de trabajo, de la administración pública, de las políticas activas de empleo y del mercado interior, entre otras... Y aquí está el principal problema, ya que el Gobierno de coalición plantea las reformas en una dirección contraria a la que demanda la Comisión Europea y el resto las olvida. España no puede desaprovechar esta oportunidad histórica. Recientemente el Consejo de Estado ha puesto de manifiesto la insuficiencia de la memoria y de los controles y transparencia del decreto ley que regula la gestión de los fondos europeos en España.
De la honesta, responsable, transparente y eficiente gestión de estos recursos dependerá nuestro futuro inmediato.
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