Valentín Álvarez Vigil: lo imposible es lo posible por hacer

Valentín Álvarez Vigil / Redacción FRS
Antonio Agustín

30 de octubre 2018 - 17:12

En el año 1970Valentín Álvarez Vigil fundó Ecovol, una fórmula comercial nueva, derivada de los economatos laborales que él había conocido muy bien con la constitución en 1949 de Elces, un economato común a varias empresas que gestionó, a modo de subcontratación, liberando así de ese peso a las empresas de más de 500 trabajadores que tenían por ley la obligación de crear “tiendas” con productos ofrecidos a coste que contribuían -decían- a defender el poder adquisitivo de los trabajadores.

Gente con memoria y solvente afirma que Valentín pidió una moto prestada para hacer “investigación de campo”, recorriendo Sevilla de punta a punta e inventariando todas las empresas que por su dimensión y número de trabajadores debían cumplir con la nueva normativa. Después convenció a varias para que le pagaran una cuota por el mantenimiento común del negocio.

Su desafío empresarial, sin embargo, iba más allá, con la intención de conjugar en una sola fórmula la economía de libre mercado -un hecho en ESPAÑA- con la especial obsesión de ayudar a cubrir las necesidades más básicas de los ciudadanos: lo que él ha llamado siempre “economía social de mercado”. De hecho viajó en varias ocasiones a Rusia para vivir de cerca lo que se cocía allí, reconociendo que había mucho que aprender.

"Con estos mimbres sacó adelante el proyecto de “La gran familia que compra unida”. Empezó con las cuotas de casi mil afiliados y acabó en 1999, cuando vendió el negocio con casi 33.000"

Con estos mimbres sacó adelante el proyecto de “La gran familia que compra unida”. Empezó con las cuotas de casi mil afiliados y acabó en 1999, cuando vendió el negocio con casi 33.000.

En ese tiempo pasó a competir tanto con los que estaban a la sombra del mercado regulado (como lo había estado él) como con los otros operadores, tímidos pero agresivos, que asomaban por el horizonte (especialmente los supermercados e hipermercados de corte francés). Y le fue bien. Soportó la pelea dando a cambio de las modestas aportaciones de los socios del club buen precio y producto, liberándoles además de la esclavitud de la publicidad (no la había en sus tiendas) y de la promoción que, inagotable, incita a comprar : “Compra lo que necesites”.

Él es así, muy suyo. Recuerdo que numerosas frases, escritas a mano por él se distribuían por todas las salas y despachos del almacén situado en el polígono de la Carretera Amarilla.

¿Qué principios? “Filosofía de empresa basada en la verdad” (realmente era un negocio basado en la transparencia que admitían sin vacilar sus socios).

¿Qué desafío? “Lo imposible es lo posible por hacer”. Pues eso, imaginemos que en los 70 -España ya moderna- alguien nos pide dinero para crear una oferta comercial apetecible al mejor precio...”Lo posible por hacer” y acaba convenciendo a más de 30.000...

Por sumarizar y darle orden:

1. Valentín ha sido -es- un empresario auténtico. Ha tenido ideas, las ha llevado a cabo y ha creado riqueza para él y los demás.

2. Desarrolló un concepto, “El Club de Compras a la española” (espero que me permita esta licencia lingüística) que fue bien bajo su batuta y que ha causado furor en Estados Unidos de América (con matices) y que desde hace unos años se está intentando exportar a España -precisamente a Sevilla- de la mano de un gigante llamado Costco...

3. Bajo este concepto, en el centro, ha estado la voluntad personal de crear una ligazón, un link emocional con los socios de Ecovol que entonces eran “la gran familia”. Yo pude comprobarlo en dos visitas. Valentín -que para muchos era Don- hablaba con todos y no se escudaba detrás de nadie. Era sin duda el alma. La relación era intensa y apetecible.

4. Y la iniciativa creó objetivamente grandes beneficios económicos -alguien se encargó de cuantificarlos en millones de euros- y un legado de buenas relaciones y buen rollo que quizá valgan más.

Detrás de este proyecto era imprescindible una gran cabeza, gran inteligencia emocional, empresarial y personal. Si bien eso es asunto de otro momento, otro papel y otra pluma.

Detectó y creó la necesidad en un hueco que supo ver en el mercado. La pena es que la empresa familiar sin sucesión es difícil de entender. Por eso seguramente acabó Ecovol. No por falta de energía ni de combustible, sino de sentido personal.

Una pena, porque si hoy paseas por Sevilla y preguntas a un lugareño o a un taxista por Valentín Álvarez, el de Ecovol, la respuesta sigue siendo emocionante. No parece que pierda notoriedad ni que disminuyan los elogios después de casi 20 años. No sé si existen demasiados casos en los que el “espíritu” de una empresa persista tanto tiempo en los bolsillos y los corazones de los ciudadanos.

¡Le deseo a Costco muy buena suerte!

Antonio AgustínConsejero y escritor experto en distribución

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