Cristóbal Colón: humanismo auténtico e inimitable

Perfil del presidente y fundador de La Fageda, por Antonio Agustín.

Cristóbal Colón, presidente y fundador de La Fageda.

Quienes le conocen ya le conocen; y a quienes no, les animo a que indaguen en la vida profesional y logros de este psicólogo de Zuera.

Para mí, enamoradizo fácil, fue un flechazo. Le oí, caí del caballo, le creí y le seguí pocos segundos después de conocerle. Cuando después escuché voces de prestigio y directivos de alcurnia, pude conocerle y reunirnos algunas veces, me acabé de alistar en su causa, convertirme a su fe y en su apóstol aficionado.

Convence gracias a su manera inteligente y su forma grácil de explicar la historia -como si hubiese sido un camino de rosas-, y encandila. Aunque sea un cuento que discurre en un bosque de muchos claroscuros y algunos actores también malos, es de final feliz, como gusta a mayores y niños.

Se metió a fabricar yogures y consiguió que hablasen bien de su proyecto hasta lo más top y granado de la gran Danone: don Javier, don Jorge y muchos otros que, por separado y juntos, organizaron excursiones para conocer de cerca al joven guerrero de barba cuidada. Le reían las gracias porque les hacía gracia. Sin creer seguramente que se acabaría convirtiendo en martillo de herejes, arrancaba admiraciones simpáticas y buenas palabras. Despertaba simpatía. Porque los yogures o la mermelada eran lo de menos… Sí, sí, lo de menos.

La idea nació con el apoyo del alcalde de Olot: “Cristóbal, si hubieses estudiado economía, nunca hubieras arrancado con La Fageda”; y del Notario de esta misma ciudad.

El logro de Cristóbal consistió en crear una empresa del revés con un objetivo oculto a primera vista: en vez de desarrollar una actividad económica (fabricar y vender productos lácteos) para conseguir unos resultados, la idea fue servirse de una actividad económica como medio para conseguir un fin: insertar en el mundo laboral a personas con carencias físicas y mentales. De su experiencia en manicomios concluyó que “el mejor medio para insertar a deficientes en la sociedad es conseguirles un trabajo”.

Y consiguió -me dijo con orgullo en más de una ocasión- que no hubiese ni un solo desocupado en la idílica comarca en la que operaba la fábrica:

Si vas pels volts d´Olot, trobaràs un indret verd i profond com mai cap més n’hagis trobat al món”, clamaba el poeta Joab Maragall (“Si vas por las cercanías de Olot, encontrarás un lugar verde y profundo como nunca encontrarás en el mundo”).

De anécdotas, las que se quieran: risas cuando se presenta (“Vengo de un manicomio y me llamo Cristóbal Colón”), inenarrables juntas de cooperativistas primero y algo menos en la Fundación después, locuras vividas en los procesos de producción y control de calidad en un ambiente laboral muy difícil de describir…

De loco pasó a ser un visionario que tomaron como modelo en varias escuelas de negocios. No estoy seguro de si compitiendo o ‘coopitiendo’, pero ganando, eso sí, cuota de mercado año a año.

Cristóbal evitó chulear siempre de causa social, dejando hábilmente entreabierta la puerta para responder cuando le preguntaban. No quería suscitar la compasión pero tampoco renunciar a la verdad. Su causa última no era otra que esos y esas jóvenes con trisomías, deficiencias, oligofrenias y serias alteraciones del conocimiento y el comportamiento.

Recuerdo que de vez en cuando almorzábamos juntos. Yo era casi siempre incapaz de llamar su atención y comentarle algo que fuese singular, que le hiciera pensar, salvo en una ocasión que le dije: “Creo que hay cierto riesgo en la continuidad. Estás instalado en un discurso precioso que además es de éxito… Encima, resulta que vives aislado del mundo… Por eso, puede que en algún momento acabes tocando la lira mientras Roma arda…”.

Se aceleró por entonces -dudo que fuera por mis comentarios- un proceso de acercamiento a los mejores. Con el tiempo sumó enormes apoyos que le han ido ayudando a formalizar y estructurar lo que había levantado con su tesón y sola tozudería. Gracias por ejemplo a Jóse Segarra, La Fageda pisa más fuerte y avanza con paso más tranquilo y firme.

Hace tiempo que ya no nos vemos. Como tantos otros, somos esclavos de lo urgente y secundario. En alguna llamada me ha asegurado que está retirado. Cosa que dudo y que no espero porque lo que ha hecho, que es único y ha resultado ser inimitable, precisa de la atención (más o menos intensa) de su talento.

Voy a contar una historia que ayuda a enmarcar el asunto del que estamos hablando… Estando en una presentación con el entonces presidente de la Generalitat de Catalunya, éste explicó: “Les voy a contar un caso auténtico. Tenía un conseller extraordinariamente inteligente y eficiente. Seguramente el mejor de mis gabinetes. Únicamente fallaba en un aspecto: era un poco distante, excesivamente serio y quizá demasiado reconcentrado en sí mismo. En estas, que su mujer quedó embarazada y lo celebramos. Cuando nació el bebé meses después, supe que éste tenía algún problema serio de capacidad. Y me lo comentó, pero con un ánimo desconocido en él. Evidentemente desconocido, mucho más alegre y sorprendentemente amable… Sin duda, su hijo le estaba transformando y convirtiendo en mejor persona”.

No me puedo imaginar lo que son para nuestro protagonista los seguramente más de 1.000 hijos que ha adoptado en La Fageda. Mil y pico personas que sin su proyecto no hubiesen tenido la oportunidad de trabajar y desarrollarse libremente como seres humanos… Hasta entonces, poco pensaban en ellas…

A este hombre le debemos mucho (aunque pienso que, para ser justos, deberíamos incluir también a Carmen, su esposa, y a su hija María). Me consta que se le han acercado a decenas los que ilusamente aspiraban a descubrir sus secretos o copiar su negocio, pero por desgracia no me consta que nadie haya sido capaz de poner en marcha una nueva Fageda de parecida envergadura.

Cada día estoy más convencido de que lo extraordinario es único. Inimitable. Una lástima. Por eso doy las gracias a Cristóbal, por haberse puesto manos a la obra a unir las ideas con los negocios y demostrar que el humanismo es posible y existe.

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