José Luis Yzuel: la naturalidad hecha hombre

El presidente de Hostelería de España ha representado con dignidad a su sector en los tiempos más difíciles, sostiene Antonio Agustín.

José Luis Yzuel, presidente de Hostelería de España

Un poco bruto, dicen algunos. De Zaragoza, maño, que además ejerce. Quizá sea porque parte de mis raíces son también de ahí, nos entendemos.

A José Luis le debemos fundamentalmente un ejercicio modélico como presidente de Hostelería de España, la principal patronal de la restauración de nuestro país, durante la tremenda pandemia de Covid-19. Ello lo convirtió "a la fuerza" en un hombre público y sobre todo, fuerte.

Empezó a hablar con todos los medios y se acostumbró muy rápido. En televisión, en la radio, para la prensa escrita o desde las gradas de la CEOE. Con españoles y con extranjeros. Con todos y para todos. José Luis encontraba huecos a todas horas convirtiéndose sí o sí en la voz de los restauradores durante la pandemia. Luchando contra las dificultades lógicas de este sector tan atomizado (300.000 puntos de comida en todo el país), que se ha convertido en uno de los más grandes del mundo. Acabó erigiéndose en portavoz único.

Dicen que es un poco bruto porque dice lo que piensa y frena poco sus reflexiones: habla directo. Le acusan de que a veces mete la pata por ir al grano, pero lo cierto es que no es hombre de aspavientos ni mal rollo. Es, podríamos decir, de buena raza. A pesar de que en ocasiones, la enfermedad que lleva a cuestas le genera algún suspiro, la lleva con una dignidad y naturalidad de la que hay pocas (y aquí me callo las lecciones que me da: muchísimas).

Hostelería de España ha dejado de ser una asociación normalita y pasado a ser una asociación seria. Las aperturas y cierres de la gripe china le obligaron a aceptar y callar ante instrucciones tontas y a reclamar un lucro cesante que pocas industrias sufrieron.

José Luis Yzuel ha aprendido bien a ser y a ejercer de presidente —eso quiere decir dar la cara— mientras la gestión la llevan otros. Él se dedica a la política; la administración, para un equipo (y en especial, el inefable Emilio Gallego).

Mi amigo José Luis es de los que hace de la accesibilidad virtud (existe en el móvil) y de la escucha, costumbre.

Tiene la puerta abierta de ministros, secretarios de estado y CEO’s de lo más granado, por representar a quien representa, pero sobre todo por ser como es.

A pesar de su tosquedad no le he oido jamás hablar mal de nadie con intención aviesa o por difamar.

A pesar de las criticas internas y externas —que las tendrá—, creo sinceramente que este hombre ha hecho mucho por un sector que apenas existía para los políticos y para el pueblo. Todos hablan de bares (sobre todo con las campañas del gran refresco de Atlanta o en Navidad) pero pocos del peso enorme que tienen en la economía nacional. Ellos son, además de abrevadero de líquidos y compañía, el asistente de un turista muchas veces despistado que además de paella pide información (en el desayuno, el aperitivo, la comida, el tarde o la merienda, la cena o las copas).

Sí, sospecho que algunos ejecutivos de postín le miran por encima del hombro pensado que le superan en estatura, cuando lo cierto es que su frenética actividad le ha convertido en Duque o Marqués de gran fama aunque sea sin tierras.

Finalizando, en José Luis he comprobado lo importante que es hacer, construir con buen humor y sin miedo a los grandes ni al telediario, a excluir poco y a no tener nunca vergüenza de representar lo propio.

En mi opinión, estoy convencido de que este hombre ha mejorado notablemente la hacienda que recibió y se merece, cómo no, el reconocimiento por haber incrementado la notoriedad y relevancia de su sector procurando no pisar los zapatos lustrosos de otras organizaciones limítrofes.

En el cielo, cuando le toque —nos toque a todos— estoy seguro que el buen Dios le dará la concesión para regentar un bar. Y lo hará muy bien. Recordará perfectamente si hemos pedido el café solo, con leche, con poca leche fría, descafeinado, de máquina, espresso, manchado, doble, con soja, azúcar, sacarina… y si por aquello que pasa a veces se equivocase, sonreirá con sorna y nos dirá... ¡Qué majo qu’eres!

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