Los retos de la agroalimentación: la necesidad de gestionar con múltiples variables y escenarios
Artículo de Fernando Ortega Mediero, incluido en exclusiva en el Anuario Perspectivas 2024 de Food Retail & Service.
Desafortunadamente, la alimentación, lejos de ser considerada fundamental, ha sido colocada en la diana, utilizada como chivo expiatorio de la inflación. El sector debe responder con más comunicación en su agenda de 2024, continuar estableciendo en todos sus planes estratégicos la sostenibilidad, incorporar nuevas herramientas tecnológicas y atraer talento para innovar desde la necesaria proximidad a las diferentes necesidades de los consumidores.
Hace poco tiempo un gran amigo, experto en temas agroalimentarios, me explicaba de manera entusiasta la réplica que había dado a un prepotente orador en una jornada celebrada recientemente. Según me explicaba, la disertación llegó a un determinado momento en el que el ponente estableció los cuatro grandes retos a los que, como sistema y sociedad, nos enfrentaríamos en poco tiempo.
Por orden citó: “La energía, la biodiversidad, el medio ambiente y el agua”. Mi amigo, con la solidez y madurez que dan los años de experiencia, levantó la mano y pidió intervenir. Tras acercarle el micrófono planteó: “Medio ambiente y biodiversidad realmente pueden incluirse en un mismo conjunto… si bien a mí me falta un gran desafío: los alimentos”. Por unos momentos el ponente cambió el semblante y entre balbuceos no pudo más que darle la razón.
Por desgracia estas dinámicas vienen siendo habituales dentro de nuestra sociedad; la alimentación no está considerada fundamental o clave en nuestro presente y nuestro futuro. Su relevancia en la actualidad ha tenido que ver con aspectos puramente críticos y punitivos, colocada en la diana como chivo expiatorio de la inflación.
La comunicación, la divulgación, la transparencia y explicación no han sido nuestros puntos fuertes en la estrategia del sector. Hemos optado, de forma preferente, por el ora et labora, no prestando atención a opiniones, sentencias o argumentarios que han generado un claro desprestigio, dando a entender que al final nos estamos aprovechando de una situación y perjudicando de forma directa los depauperados bolsillos de nuestros consumidores.
Afortunadamente, algo está cambiando. Algo se está moviendo y veo, por fin, campañas junto a profusión de eventos con un doble objetivo final: que la sociedad nos conozca y valore y que también nuestro sector crea realmente en él mismo. Es preciso seguir con esta dinámica, que debe ser prioritaria para todos los participantes en nuestro ecosistema agroalimentario. Acción y deberes claros para incluir en nuestras agendas para 2024 y más allá.
Consumo bipolar
Es necesario aproximarnos lo máximo posible a nuestro consumidor e incluso estar dos pasos más adelante con una limitada y controlada anticipación que nos aporte la necesaria información no solo para reaccionar, sino también para anticiparse a sus necesidades. Y esto no es banal, pues ha irrumpido de forma muy potente el factor precio frente a atributos como la salud, el placer y la sostenibilidad.
Y esta variable, que no retornará a niveles de años anteriores, deberá ser tenida en cuenta asociada a las personas. La polarización, cada vez más palpable y manifiesta, compatibiliza campañas de Cáritas o Banco de Alimentos con productos de muy alta gama que tienen un pujante mercado y son adquiridos de forma ordinaria y constante.
El consumidor es un elemento vital en nuestra cadena de valor, ya que actúa de claro tractor de necesidades, tendencias y modas. Establecer el foco toma mayor relevancia cuando, según las previsiones (CaixaBank Research), será el consumo privado el principal sostén de la economía española para 2024. Según se expresa: “impulsado por la continuidad en el empleo y el control de la inflación, lo que permitirá una mejora del poder adquisitivo de las familias”. No nos olvidemos de la clara vocación exportadora, que, como es lógico, debemos incentivar, generando posibilidades (y realidades) de negocio. Una buena diversificación entre ambos aspectos se traducirá en un mejor control de riesgos comerciales.
Son preocupantes los acusados descensos en el consumo de determinadas categorías relacionadas con la dieta mediterránea (frutas, verduras, pescado, carne, aceite…). Es cierto que gran parte de estos productos ha sido la más penalizada por el aumento de costes (cambio climático – malas cosechas-, guerras, logística, energía, fertilizantes, envases, legislación…), pero detrás de ello también ha de existir la consolidación de cambios en hábitos de consumo junto a la adaptación o nuevo encaje hacia una clara desglobalización que ha roto con el esquema preconcebido y consolidado de nuestro sistema productivo y nuestra cadena de abastecimiento.
Nuestras nuevas generaciones quieren algo más que lo tradicional y ahí juega un papel importante la necesidad de aplicar de forma constante procesos de innovación capaces de generar no solo nuevos productos o envases, sino también nuevas formas de concebir los negocios y sus herramientas de gestión. Hay que pensar en global, pero innovar en local. Es un cambio de mentalidad, yo diría que cultural, para sacar la innovación del letargo exclusivo del centro de I+D+i y pasar al nivel de la realidad de la calle. Términos como innovación abierta, colaborativa e incluso disruptiva con formas muy diferentes de gestión que aporten un valor añadido que se traduzca en resultados y retorno.
La generación, implementación y ejecución de proyectos transversales donde puedan colaborar y compartir los diferentes eslabones de la cadena de valor sin duda supondrán un avance superlativo en cualquiera de los retos y oportunidades del sector. Un ejemplo claro es la lucha contra el desperdicio alimentario, que con una implicación conjunta se traduciría en generación de iniciativas de alto impacto social y económico. La realización de un concienzudo análisis de posibilidades que conjunte a nuestro complejo ecosistema agroalimentario sería un motor autopropulsado de enorme alcance práctico en su traducción a medidas reales de aplicación.
A nadie se le escapa que la agroalimentación ha pasado a integrase dentro de las variables que se manejan en los centros de decisión sobre cuestiones geoestratégicas y geopolíticas, influyendo, sin duda, en muchas de las consecuencias que se perciben socialmente. Utilizar los alimentos -o los recursos para producirlos o transformarlos como arma arrojadiza y tensional entre países no es buena receta para generar estabilidad y a buen seguro fomentará migraciones, especulaciones, concentraciones y lejanía de las necesidades reales que tendremos las personas en el futuro (cerca de 10.000 millones en 2050). Debemos estar vigilantes y atentos a tales efectos y contemplar escenarios con preferencia al descarte de los puntos medios.
En este entorno gana muchos enteros el concepto security, término inglés que conceptualiza dos totems de obligado cumplimiento. Por un lado, asegurar la inocuidad que permita un consumo en plenas garantías sanitarias de los alimentos y, por otro, que lleguen al consumidor en la cantidad necesaria y establecida (variedad, calidad, alternativa…) La priorización de estas políticas desde el punto de vista empresarial, junto a una buena coordinación con entidades, organizaciones y administración, será clave para el éxito. No podemos permitirnos vivir ajenos a esta clara responsabilidad constante y creciente en el tiempo.
La gestión del dato es la gran revolución en la que estamos inmersos y que afecta por igual a los elementos integrantes de nuestro ecosistema agroalimentario, con una velocidad de crucero exponencial que implica la necesidad de un rápido cambio y adaptación para el cual no estamos preparados. Estamos inmersos en pleno proceso de transformación digital y debemos seguir y continuar teniendo en cuenta la diferencia de implantación entre subsectores y partes constituyentes del ecosistema global. Y junto a ello, la tecnología, con su clara aportación al desarrollo y evolución del sistema, juega una creciente importancia, facilitando tanto procesos como optimización de recursos con retornos que deben ser valorados en su justa medida.
Es necesario prestar atención y dedicación a las personas integrantes de las organizaciones, centrar esfuerzos y generar dinámicas que permitan la utilización de herramientas (IA, IoT, BI..) que ayuden a aportar eficacia y eficiencia en los procesos, medir evoluciones, evaluar escenarios de riesgos junto con sus cambios y, en definitiva, faciliten la toma de decisiones fundamentada en valores objetivos. El sistema agroalimentario es el entorno idílico para la concreción de proyectos donde el binomio dato-personas genere una sinergia que aporte valor a la actividad (campo, granja, industria, comercialización…), incluyendo todas aquellas variables de entorno que influyen en los diferentes actores de la cadena de valor.
Necesitamos talento, ser atractivos para que las personas puedan decidir, dentro de los objetivos profesionales, su incorporación y desarrollo personal en nuestro sector. Aquí se requiere acercar las posiciones entre el entorno formativo y el entorno empresarial. Sin ello no será posible establecer estrategias que al final capten y retengan profesionales formados, resolutivos y que evolucionen conforme avancen los requerimientos y necesidades.
Aprovechar y dotar al universo agrifoodtech generado, del cual surgen cada año atractivas opciones que deben conjugar el desarrollo tecnológico con la visión de negocio. Generar fórmulas para que las “semillas” implantadas acaben desarrollando opciones de mercado es un aspecto que no podemos dejar pasar. Una magnífica cantera capaz de ser una incubadora constante de ideas, desarrollos a pequeña escala con claras opciones de escalado mediante la colaboración y formación adecuadas.
Somos un sector acostumbrado a convivir con importantes acciones legislativas, verticalizadas, con interminables ramificaciones e influencia en nuestros negocios. Las estadísticas cifran ratios de hasta tres normativas diarias de aplicación, costosa digestión que en muchos casos se traduce en una merma de la capacidad competitiva. No parece que sean procesos fáciles de ser limitados, aunque sí sería preciso que se permitiera dar la opinión y la solución aplicativa que aporta la experiencia práctica. Existen casos de éxito que deberían generar ejemplo y permitirían el fomento y la participación bajo el prisma aplicativo que genera el expertise en el sector.
Una evolución necesaria
La sostenibilidad, factor clave estratégico, prosigue y continuará con su avance e implantación en las diferentes empresas del sector a un ritmo más acorde con la necesaria visión a medio-largo plazo. Las prisas no son buenas y se ha necesitado tiempo para ver realmente que los objetivos establecidos no eran alcanzables en los plazos programados. Deberemos continuar estableciendo en todos nuestros planes estratégicos la sostenibilidad (estará encima de nuestras mesas) o, mejor dicho, la nueva evolución de la misma con inclusión de la gobernanza y un claro direccionamiento hacia la Intensificación Sostenible y Bioeconomía (Economía Circular). Es una evolución necesaria y una actualización hacia el nuevo entorno de competitividad generado.
En un discurso del pasado mes de septiembre, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, expresó la importancia y relevancia de la agroalimentación junto a la necesidad de un replanteamiento respecto a los presentes y futuros escenarios en todos los eslabones de la cadena de valor. Resumió en la generación de medidas dentro de lo que llamó “diálogo estratégico”. Quiero ser positivo. Existe la posibilidad de un giro en las políticas que dé protagonismo real a aquello que desde el sector hacemos cada día: alimentar a nuestra sociedad. No podemos dejar escapar la oportunidad.
Tocan tiempos de elevada complejidad y cambio continuo en el sector agroalimentario. Las variables de entorno, junto a factores internos, han generado y generarán modificaciones importantes en los modelos de negocio que han tensado y tensarán de forma muy evidente los principales indicadores económicos de evaluación de cada una de las actividades propias de nuestro ecosistema.
Debilitadas las cuentas de explotación y resultados, que urgen medidas para dar continuidad y evolución, se abren oportunidades tanto en el camino de la integración, agrupación, asociación, absorción u otras opciones que permitan ganar tamaño (masa crítica) o bien la entrada de nuevos players inversores que han visto el atractivo de la agroalimentación. Habrá que saber moverse en esta apertura y generación de opciones dentro de nuestro complejo tejido estructural, donde en muchas ocasiones la unión ha brillado por su ausencia optando por posiciones de confrontación sin generar valor.
Estamos y estaremos inmersos en un nuevo paradigma, que de nuevo pondrá a prueba nuestra resiliencia, flexibilidad y capacidad de adaptación, y que seguramente requerirá de un esfuerzo suplementario al realizado hasta ahora. Por cada reto se genera una oportunidad; por cada cambio, una ventaja, y a buen seguro haremos todos los esfuerzos posibles para que los alimentos estén cada día en nuestros hogares. Va en nuestro ADN.
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