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Glifosato, ciencia y alimentación: "Paradme el mundo, que me bajo"

Glifosato, ciencia y alimentación: "Paradme el mundo, que me bajo"
Glifosato, ciencia y alimentación: "Paradme el mundo, que me bajo" / Redacción FRS
Horacio González Alemán

17 de mayo 2016 - 16:40

Cada día es más patente la disfunción existente en la relación entre la alimentación y la ciencia. Nos encontramos inmersos en un marasmo del que nadie puede salir beneficiado y que merece una profunda reconsideración general, de todas las partes implicadas.

Digo esto porque el lunes 16 de mayo -¿aprovechando la jornada festiva en Madrid?- un comité asesor de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Joint Meetting on Pesticide Residues (JMPR), tras una semana de debates, emitió un informe concluyendo que el glifosato no parece que sea causa de cáncer. El glifosato, recordemos, es el herbicida más utilizado en la actualidad, comercialmente bajo el nombre de Roundup, y fabricado (¡vaya por Dios!) por Monsanto. Pues bien, los expertos han anunciado que el glifosato no parece ser causa de cáncer en la población a través de la exposición alimentaria y la reacción no se ha hecho esperar.

¿Pero por qué se habla tanto del glifosato ahora? Resulta que la Unión Europea se encuentra en el proceso de renovación (o no) de la autorización del herbicida, un expediente que bien pudiera haberse sustanciado técnicamente, pero que ha sido –y sigue siendo- objeto de gran controversia política: debates acalorados en el Parlamento Europeo a favor y en contra con una resolucion pidiendo la renovación de la autorización por 7 años, una propuesta de la Comisión que eleva el plazo a 9 años... y una decisión final que debiera adoptarse antes del 30 de junio próximo.

La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), por su parte, ha declarado que es improbable que el glifosato represente un peligro cancerígeno para los humanos y propone aplicar umbrales de exposición a la sustancia como medida de seguridad.

Por si fuera poco el debate interno, a él se han sumado organismos internacionales como el IARC –sí, el famoso organismo dependiente de la OMS que sembró dudas por el supuesto carácter cancerígeno de las carnes-, que, por su parte, apunta que el glifosato es probablemente cancerígeno para los humanos. Pero ahora el JMPR, que también depende de la Organización Mundial de la Salud, es del parecer contrario...

La sociedad no ha estado tampoco ajena a este debate. Greenpeace se ha apresurado a denunciar presuntos conflictos de interés entre los miembros del panel del JMPR. Suele ser un recurso habitual... y me pregunto si las actuales reglas de conflictos de interés no son válidas o es que necesitamos descontaminar a los científicos para que ejerzan su cometido... Los productores, por su parte, (COPA COGECA) han dejado claro que apoyan la renovación de la autorización del glifosato en Europa y que su prohibición acarrearía no pocos problemas para el ejercicio de su actividad. En fin, los consumidores, a través del BEUC, han defendido que se suspenda la medida en aplicación del principio de precaución.

¿Alguien da más? Parece difícil de entender toda esta ceremonia de la confusión, pero así es la realidad. Y el glifosato no es más que un ejemplo cogido al azar de la actualidad, porque similares no nos faltan últimamente.

La pregunta es: ¿dónde está la lógica en todo esto? Se ha perdido. No parece aceptable tanta diferencia de criterio, tanta vehemencia política y tanto esfuerzo para llegar a ningún lado. Más que a seguir con posturas enfrentadas y distanciándonos del diálogo y de lo racional. Pensemos el daño que esta situación produce en términos de pérdida de confianza en el sistema, en la ciencia propiamente, en las instituciones, en el imaginario y en la decisión del consumidor... Nadie sale ganando con este desconcierto.

Es necesario que, de una vez por todas, la ciencia contribuya al desarrollo de la alimentación desde el sosiego y la búsqueda de la verdad –que es su fin último- sin interferencias ni presiones que la desfiguran y que a la larga destruyen más que avanzan. No sé si necesitamos un nuevo modelo de consenso científico, si hay que distanciar la ciencia de la política o no sé bien qué proponer. Pero una cosa es cierta: no es bueno el camino por el que vamos y todos lo estamos pagando.

¿Alguien tiene alguna propuesta o nos acogemos al lema de los 60?

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