La necesaria alternativa al modelo anglosajón en alimentación, bebidas y nutrición
Si la industria de alimentación y bebidas tiene un desafío, ese es su relación con la salud. Como he repetido muchas veces, la cacofonía de los medios - que no hay día que no nos sorprenda con noticias no siempre bien fundadas - , las diferentes visiones desde el mundo científico, las iniciativas públicas y las privadas, y la crítica visceral de activistas y ONG's han conseguido unos niveles de confusión en el consumidor difícilmente igualables. Algo habrá que hacer para tranquilizar los ánimos, imponer la cordura y la racionalidad científica, y buscar soluciones eficaces.
Pero lo que más me llama la atención de todo este proceso es la naturalidad con la que hemos "importado" el debate, sin cuestionarnos el fondo de los datos, los hechos, las asunciones y las soluciones que nos proponen. Además, desde los organismos internacionales ha ido calando una problemática sobre la relación entre alimentación y salud - sería absurdo negar su existencia -, orientada desde una realidad que no es siempre similar a la nuestra: la anglosajona.
Es más que evidente que la influencia del mundo anglosajón sobre las cuestiones globales es determinante, y en este asunto no lo es menos. Y ejemplos no faltan: siempre me ha llamado la atención el debate sobre las "portion size" (tamaño de las porciones), el abuso de "sodas" (bebidas refrescantes) o el desgraciadamente famoso "binge". Ninguna de estas situaciones es definitoria de culturas como la nuestra. No menos llamativo es el alcance del problema de la obesidad, en absoluto "mórbida" en relación con lo que conocemos en países como Estados Unidos, ni las soluciones preconizadas desde esa cultura que se simplifican con una palabra: la represión. Cuando no son impuestos, son limitaciones a la comercialización, a la marca o warnings, todo lo contrario a los modelos liberales y de respeto a la libertad individual que siempre han caracterizado al mundo anglosajón. Curioso dato.
Si las soluciones se imponen tomando como referencia un modelo que no es el nuestro, estaríamos actuando contra natura, y difícilmente encontraríamos la solución al problema. Por lo tanto, cabe preguntarse si no existe otro marco posible para armonizar la relación entre alimentación y salud. Mi respuesta es positiva.
Estoy convencido de que los países del sur de Europa compartimos un eje común en materia alimentaria y de bebidas, así como esquemas culturales y sociales de consumo sobre el que construir ese otro marco posible del que hablo. Se trata de compartir neuronas entre todos para alumbrar ideas, propuestas, acciones y modos de hacer las cosas que no sean los actuales, y construir esa alternativa del sur, que seguro que también existe.
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