Los lunes que nos quedan
En el primer lunes de verano (es decir, el lunes 25 de junio) el comisario de Agricultura, Phil Hogan, se manifestó a los elegidos en Atocha y en el Congreso para tranquilizar a las masas sobre el tema de los recortes de la PAC, mostrándose comprensible y compasivo con la indignación de los agricultores y ganaderos de estas tierras.
Bueno, menos compasión y menos proponer recortes, que podrían pensar algunos.
El caso es que, en su intervención frente a los medios de comunicación, Phil Hogan felicitó a Luis Planas por las políticas que se han llevado a cabo en España sobre la cadena alimentaria. Sí, la famosa Ley de Mejora en el cumplimiento de la ley cadena alimentaria; a Planas aunque no fue él quien la puso en marcha, pero era el que estaba ahí y quien, a día de hoy, es el máximo representante del Ministerio de Agricultura. Expectantes nos hallamos con él.
Debe ser que a Hogan nadie le ha explicado realmente lo poco que ha supuesto para los agricultores y ganaderos y para los consumidores esa ley que tanto alabó. El comisario otorgó una medalla con poco merecimiento. Porque la Ley, si acaso, ha servido para que sea más evidente cómo están las cosas de mal en la cadena alimentaria y quiénes mandan en ella y a quiénes se protege.
De lo poco avanzado, al menos, se ha corregido más o menos la práctica que era tradicional en algunos sectores de entregar sin precio ni contrato y se ha acotado la obligación de cumplir los plazos de pago. Sin embargo, para lo mucho que queda por hacer, la Ley se ha quedado muy corta, porque ni se ha definido la posición de dominio desde la cual es posible controlar el mercado, ni se ha conseguido establecer una lista de prácticas comerciales desleales a abolir, que es algo que, precisamente trata la propuesta de Directiva que el Sr. Hogan puso sobre la mesa el pasado mes de abril.
Nosotros, en este sentido, somos muy insistentes, rozando a veces lo cansino, pero es que es necesario. Hay que tener instrumentos legislativos para sancionar a quienes no hacen bien las cosas…. a quienes se aprovechan de los oligopolios de determinados mercados para tirar abajo los precios, amenazar con que no recogen producciones o vender a pérdidas para acabar con la competencia utilizando siempre los mismos productos como reclamo: la fresa, el aceite, el arroz y así una larga lista de experiencias que tenemos ya vividas.
Y mientras esto pasa, Hogan dice que "cuando hay retos presupuestarios, hay que proteger la renta de los pequeños y medianos agricultores" y que dichos productores "reciban los fondos que les corresponden" para que "puedan continuar con el negocio" ya que son “necesarios para el medio rural”... Pues, visto lo visto, no sabemos si tomárnoslo como una cruel ironía.
Porque para lograr los que dice el comisario, no es suficiente con arrojarnos el hueso, cada vez con menos carne pegada, de las ayudas directas para que nos vayamos entreteniendo royéndolo. Lo que hay que hacer, Sr. Hogan es apostar por mecanismos de respuestas eficaces a las crisis sectoriales y, con respecto al comercio internacional –un asunto que no es moco de pavo-, es importante introducir reglas justas y recíprocas con idénticas exigencias para los productos importados que para los europeos y sí, hay que perseguir, pero no de manera laxa, sino mucho más rigurosa de lo que lo hace nuestra ley de cadena alimentaria, las prácticas abusivas que sitúan los precios de agricultores y ganaderos por debajo de sus costes de producción.
Que luego llega Trump y pone aranceles a la aceituna andaluza (y que quede ahí la cosa) y nos preguntamos por qué se porta tan mal con la UE, cuando nosotros vamos de estupendos por esos mercados internacionales de Dios ofreciendo acuerdos “ambiciosos y equilibrados” con terceros países sin pararnos demasiado a pensar cómo afecta a nuestro sector productor que no importe cómo se produce allí, en comparación con las rígidas exigencias de aquí.
Hay que discutir de las ayudas, por supuesto. Pero eso es el hueso. La magra está en el mercado y en la cadena alimentaria, que es lo que hay que reparar, equilibrar y estabilizar para que todos los eslabones, también los agricultores y ganaderos, podamos disponer de unas rentas dignas, sin perjudicar a los consumidores. Y esto es lo que siempre parece olvidarse en el debate, porque una y otra vez, se repite el mismo esquema de sacrificar el modelo al liberalismo comercial y a la desregulación.
Hay que recordar al comisario Hogan, al ministro Planas y al resto de ministros de la UE- que si reforma tras reforma el diagnóstico es el mismo (volatilidad de los precios, inestabilidad de los mercados, falta de respuesta adecuada a las crisis, rentas agrarias depresivas, abandono del medio rural...) seguir insistiendo en la misma política, es hacerse un Homer Simpson; o sea, darse de cabezazos contra la pared, para conseguir sólo un dolor de cabeza... El problema es que siempre nos duele a los mismos.