Neurogastronomía: ¿Cómo afectan los sentidos a la experiencia gastronómica?
La degustación va mucho más allá de simplemente alimentarse, ya que en el proceso intervienen todos los sentidos, lo que convierte el consumo de alimentos en una experiencia sensorial.
Este fenómeno es estudiado ampliamente dentro del campo de la neurogastronomía, una disciplina que examina cómo el cerebro interpreta estos estímulos sensoriales, lo que la hace de gran interés para la psicología del sabor.
Esta materia se estudia en Barcelona Culinary Hub con la finalidad de entender cómo los sentidos influyen notoriamente en la forma en la que disfrutamos de un plato de comida. Hoy te mostraremos cómo los sentidos cambian la percepción de la comida, un concepto clave en la neurogastronomía.
Cinco sentidos y un millón de sabores
Comer va más allá de saborear los alimentos; todo comienza con la vista. Ver un plato de comida genera ciertas expectativas e incluso prejuicios si el aspecto no llama tu atención. El olfato construye sabores y es la clave para decidir darle un bocado o no. El tacto refleja la textura y temperatura que aumentarán o disminuirán la satisfacción en la degustación. Y finalmente, el sonido intensificará la experiencia a través de burbujeos o el crujir de los alimentos.
Todos estos factores forman parte del enfoque holístico que estudia la neurogastronomía, que busca entender cómo estos estímulos son procesados por el cerebro para influir en la experiencia gastronómica.
La vista: comer con los ojos
La primera interacción comienza en los ojos. Antes de poner la comida en la boca, los ojos inician la primera parte de la degustación.
El emplatado define todo: la primera impresión, la calidad, las expectativas, y evoca emociones. Por ello, siempre se prefieren ingredientes coloridos con disposición artística que despierten el ánimo y el apetito, derivando en general en mayor satisfacción tras el consumo.
Gusto y olfato: Sentidos hermanos
El gusto y el olfato van de la mano, tienen un vínculo estrecho por la cercanía de las estructuras olfativas y gustativas. El olfato es determinante en la percepción del sabor. Un claro ejemplo son las personas con cuadros gripales y congestión nasal, quienes tienen el sentido del olfato afectado tiende a hacer que la degustación resulte insípida.
En este sentido, existe una sinergia entre olfato y gusto que mejora la experiencia sensorial de comer y evoca recuerdos, especialmente a través de aromas.
La neurogastronomía ha demostrado que estos vínculos emocionales entre olor, sabor y memoria son fundamentales para comprender cómo el cerebro procesa la comida y su impacto en nuestras emociones.
Tacto: la textura de la comida
Su influencia principal está en la determinación de la calidad de los platos y de la experiencia definitiva.
La textura es muy importante a la hora de establecer la satisfacción ya que va de la mano con el sabor, la masticación y la resistencia que ofrezca la comida al contacto con los dientes. Este aspecto también ha sido ampliamente explorado por la neurogastronomía, que examina cómo la textura de los alimentos puede influir en la percepción del gusto y la satisfacción general.
Sonido: A veces olvidado, pero no menos importante
El sonido no pasa desapercibido en la cocina. En la psicología del sabor resulta muy importante al influir en la interacción y percepción de los alimentos. Abarca desde el crujido de una galleta hasta el sonido de la carne a la parrilla o el burbujeo de las bebidas que harán pensar en frescura y calidad.
En definitiva, los cinco sentidos son la clave de cada sensación y percepción gastronómica. Ellos determinarán la calidad de la experiencia, influidos por el contexto cultural y psicológico, para entablar ese equilibrio entre mente y comida, de la mano de experiencias previas y, por supuesto, emociones. La neurogastronomía se dedica a desentrañar este complejo proceso en el que los sentidos y el cerebro trabajan juntos para crear una experiencia gastronómica única.
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