“El que no esté en la descarbonización va a quedar fuera del acceso a los supermercados”
Los productores encuentran alternativas para hacer su producción más sostenible, conforme lo piden los distribuidores y los consumidores
Cuando se habla de sostenibilidad, descarbonización o eficiencia energética, suenan como términos complejos y llevarlos a la práctica puede resultar difícil si el foco está en el concepto global. En realidad, son procesos de cada ser humano y, por extensión, de todo tipo de actividad, incluidas las que realizan las empresas.
Durante el evento ‘Alianzas por la Descarbonización’, organizado por Alcampo, varios productores de alimentos han dado sus ejemplos de cómo avanzar en esos procesos y de cómo se traducen al día a día. En Sovena, un productor portugués de aceites de cocina, aceites de oliva, aceitunas y jabón, se utilizan diversas formas para reducir el consumo. Joana Oom de Sous, una de sus portavoces, afirma que se usa un sistema de riego ultraeficiente que permite reducir el consumo de agua. Asimismo, se utilizan imágenes de satélite para saber cuándo regar, dónde y en qué cantidad.
Esta empresa usa como combustibles hueso de aceituna y cáscara de girasol, lo que se suma a su inversión en paneles solares. Por el contrario, Oom de Sous encuentra una pega en los costes extra que suponen los materiales sostenibles. Además, se queja de la dificultad que hay para acceder a la financiación y del exceso de burocracia. No obstante, admite que es una necesidad: “Si no invertimos, perdemos el acceso al mercado”. Y más allá de lo económico, afirma que es una inversión rentable a nivel ambiental y social.
En Perales & Ferrer, productores de cítricos, destacan el impulso que supuso el apoyo de Alcampo para hacer productos catalogados como residuos 0. También les sirvió para lanzarse a cultivar sus fincas desde el tamiz de la sostenibilidad y lo ecológico. “Ya no labramos la tierra, incluso plantamos cubiertas vegetales”, explica el director general, Joaquín Perales. Las ventajas del suelo ecológico abarcan muchos aspectos, como la reducción de la erosión, la facilidad para que los animales puedan comer, el ahorro de agua, fertilizantes… Además, esto se complementa con unas sondas instaladas en la tierra para saber cuánta agua necesitan los árboles.
Por otro lado, se ha abandonado el uso de herbicidas y pesticidas, de manera que se utilizan insectos que comen otros insectos y, a la postre, evitan las plagas. De cara a las ventajas que tiene este modo de cultivar, existe el beneficio que perciben los propios trabajadores, que ya no trabajan con estos productos químicos. Y, desde el punto de vista económico, Perales avisa de que “el que no esté en esta política de descarbonización en el sector agrícola va a quedar fuera del acceso a los supermercados en el corto-medio plazo”. Asimismo, añade que, si hay dos productos, uno sostenible y otro convencional, con el mismo precio, “el consumidor va a elegir el producto sostenible”.
Coral Carrasco, de la cárnica Vall Companys, explica que esta revolución “no debe hacerse por moda o por presión regulatoria”. “La voluntad tiene que venir del propio interés de las empresas, el compromiso no puede venir solo”, matiza. De esa forma, al igual que esboza Perales, Carrasco incide en que la sostenibilidad es algo prácticamente obligatorio, pero hay que tratar de ofrecer “precios competitivos”.
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