Las alergias alimentarias en niños crecen el 3%
Casi el 10% de los alumnos en edad escolar tiene al menos una alergia alimentaria identificada en el comedor de su colegio, según el II Observatorio Mediterránea del Comedor Escolar.
Casi uno de cada diez niños en España sufre algún tipo de alergia alimentaria. Así lo demuestra el II Observatorio Mediterránea del Comedor Escolar, tras analizar los 19.693 menús escolares que sirve Mediterránea en España, entre los que la compañía tiene contabilizadas hasta 1.867 alergias diferentes. La relación supone una media en 2020 del 9,48% de alumnos con alguna alergia alimentaria registrada, el 3% superior a los datos de 2019 y casi el doble que los del curso 2017–2018.
Entre las alergias, la más frecuente este año es la alergia a las frutas y verduras (23,4%), que supera a la de los frutos secos, que fue la más frecuente en el Observatorio anterior. Aun así, esta alergia sigue siendo una de las más comunes, ya que ocupa el segundo lugar con el 18,9% del total.
"Este dato probablemente se deba a que incluye los síndromes de alergia oral, reacción que sólo produce enrojecimiento y picor en la boca, ya que, según los estudios, los alérgenos alimentarios que más habitualmente producen síntomas sistémicos son el huevo, la leche, los frutos secos, legumbres y el pescado", asegura Gonzalo Galicia Poblet, pediatra especialista en Digestivo infantil del Hospital Universitario de Guadalajara y profesor asociado de Medicina en la UAH.
Por otra parte, las alergias menos comunes son los aditivos (0,6%), el pescado (6,3%) y los mariscos y crustáceos (5,6%). Las mayores diferencias respecto a los datos recopilados en el curso escolar 2018-2019 son las frutas y verduras, que aumenta el 11,2% de un año para otro, los aditivos prácticamente desaparecen hasta representar el 0,6%, y las legumbres descienden también considerablemente hasta suponer el 10,7%, cuando en 2019 alcanzaba el 15,79%.
"En los últimos años asistimos a un aumento progresivo de las alergias en los comedores", explica Rocío Royo, directora de Nutrición de Mediterránea y responsable del Observatorio. "Esto supone un doble reto: por un lado, ser muy exhaustivos en los protocolos para asegurar que no hay contaminación cruzada, y por otro, ser flexibles para que cada alumno reciba su dieta personalizada sin desatender sus necesidades nutricionales", añade.
EL MITO DE LA LACTOSA
Socialmente, tiende a confundirse la intolerancia a la lactosa con una alergia alimentaria, sin embargo, ni el componente de la leche que las produce, ni el mecanismo, ni los síntomas son los mismos.
Según los datos del Observatorio, la intolerancia a la lactosa representa un 13,17% de la casuística encontrada, aunque su prevalencia crece considerablemente de un año a otro, casi el 5%.
"Se trata de una intolerancia relativamente sencilla de manejar a nivel nutricional ya que actualmente la industria alimentaria cuenta con alternativas sin lactosa. Para estos alumnos solemos prescindir de la leche y de los derivados lácteos en sus dietas, y revisar con atención las fichas técnicas de los productos, pues algunos pueden llevar lactosa entre sus ingredientes", explica Rocío Royo. Aunque a este respecto conviene recordar que la mayoría de las personas con intolerancia a la lactosa son capaces de tolerar los yogures por tratarse de productos fermentados en los que la cantidad de azúcar (lactosa) es menor.
DIETAS ESPECIALES
Por primera vez en el Observatorio se han analizado las dietas con necesidades especiales entre los alumnos. Es decir, se han contabilizado las peticiones expresas de veto a ciertos alimentos o aditivos por recomendación médica o por criterios religiosos o de conciencia. El 1,43% de los menús incorpora alguna de estas variantes especiales. Aunque no representa una mayoría es un número que crece cada año.
La más común de estas dietas especiales es la dieta sin carne, solicitada por motivos de conciencia social, habitualmente por parte de familias vegetarianas o musulmanas. Este tipo de dieta sin carne y sin cerdo supone más de la mitad de los requerimientos especiales (59%).
En segundo lugar, con una presencia del casi 15%, se encuentran las dietas hipocalóricas, que tienen menos aporte calórico. "La mayoría de las dietas bajas en calorías están asociadas a la obesidad infantil, una cuestión que nos preocupa especialmente, y por ello nuestros proyectos educativos van más allá de la alimentación. Fomentamos también las actividades físicas que, junto a una dieta equilibrada, son claves para prevenir la obesidad", apunta la responsable de Nutrición de Mediterránea.
Por su parte, las dietas para alumnos con diabetes representan el 12% del total, mientras que las menos solicitadas son las dietas hipercalóricas. "Los menús se personalizan hasta el punto de indicar las raciones por cada alumno, lo que implica una gran complejidad organizativa y logística. A menudo hablamos directamente con los padres para asegurar que se ajusta al máximo al tratamiento o necesidad específica del niño", concluye esta experta.
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