'Pagpag', la otra cara del desperdicio alimentario
En uno de los barrios más pobres de Manila se ha popularizado el consumo de este guiso cocinado con restos de carne y huesos tirados a la basura que se vuelve a cocer o freír y se aliña con una salsa. La subida del precio de los alimentos ha elevado su consumo entre los más necesitados.
Las cifras de desperdicio alimentario, no solo en España sino en todo el mundo son, indudablemente, alarmantes. Todas las iniciativas al respecto parecen pocas y son bien recibidas vengan de donde vengan. La actualidad a este respecto nos lleva a Filipinas y, en concreto a su capital, Manila, donde este tema del desperdicio podríamos decir que se ha llevado a límites insospechados.
Hablamos de 'pagpag', un guiso cocinado con restos de carne y huesos tirados a la basura que se vuelve a cocer o freír y se aliña con una salsa. Se trata de un almuerzo que se consume cada vez más en los suburbios más pobres de esta ciudad ante la implacable subida del precio de los alimentos.
"Aquí a todo el mundo le gusta mi comida, no tengo quejas", relata a Efe Evelyn Blasorca, vecina de Happyland que lleva años vendiendo 'pagpag' ("sacudido" o "reciclado" en tagalo), receta que todos sus clientes combinan con arroz blanco.
En las angostas calles de Happyland, esta barriada marginal, vecinos como Roweno Cabuluc, son recolectores de 'pagpag' cuya jornada comienza de madrugada visitando restaurantes y cadenas de comida rápida que le dan los desperdicios del día en grandes bolsas de plástico.
Cabuluc rescata los restos masticados de comida y huesos en un recipiente y separa trozos intactos de pollo que algún comensal anónimo ha despreciado, las piezas más codiciadas y difíciles de encontrar.
Tras la primera ronda de clasificación de los desperdicios cárnicos, entrega la comida reciclada a Evelyn Blasorca, que los limpia y los hierve, para después preparar con ellos dos variedades de 'pagpag': una carne es refrita con harina y la otra, adobada y condimentada con cebollas, verduras y especias, que luego va acompañada de una salsa.
LA INFLACIÓN ELEVA EL CONSUMO DE 'PAGPAG'
Con la inflación desatada desde la invasión rusa de Ucrania, cercana ahora al 8%, el 'pagpag' es cada día más recurrente entre los vecinos de Happyland y los de Tondo, el distrito que engloba Happyland y otros poblados chabolistas en la costa de Manila.
Con el precio de las cebollas que alcanzó durante la pasada Navidad los 700 pesos el kilo (12,70 dólares) en los mercados, tres veces más que en países ricos como Suiza o Dinamarca, los vendedores de 'pagpag' debieron ingeniárselas para mantener las raciones oscilando entre los 25 y 30 pesos filipinos (0,40 céntimos de euro).
"Estoy vendiendo cada vez más 'pagpag', estoy contenta", cuenta Blasorca, quien relata que después del período más duro de la pandemia hubo momentos de menores ventas, pero el encarecimiento de los alimentos ha vuelto a aumentar sus ingresos, ya que la gente evita comprar en el mercado con mayor frecuencia.
Sin embargo, algunos recolectores de 'pagpag' se sienten incómodos al ser preguntados por el proceso de selección de la carne consumida, ya que dentro de las bolsas de plástico que acumulan la desechos puede verse el logo de las dos grandes cadenas de comida rápida del país, que "donan" los desperdicios a estos jornaleros de basura.
"Creen que estos restaurantes se enfadarán si salen en la prensa como suministradores de carne masticada", aclara Jay Rey, trabajador de Melissa Pearls, una asociación que prepara comidas gratuitas para niños y adultos de Happyland. "Por lo menos nosotros preparamos comida fresca, y no comen 'pagpag' todo el día", relata Rey. "Pero aquí la gente no enferma, tienen el estómago duro", añade.
En todo caso, conviene recordar la advertencia de la Comisión Nacional Antipobreza de Filipinas que señala que el consumo constante de 'pagpag' para los niños puede generar falta de crecimiento y malnutrición, así como Hepatitis A, diarrea y cólera.
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