La regulación publicitaria 'pincha' en alimentación infantil

Un estudio en el que participa la UOC revela que el Código de autorregulación de publicidad de alimentos y bebidas dirigida a menores (PAOS) es ineficaz y no ayuda a prevenir la obesidad.

Niños viendo publicidad en televisión de comida poco saludable / Archivo
Redacción FRS

03 de diciembre 2019 - 11:09

Más del 40 % de los niños españoles son obesos o tienen sobrepeso, dato que sitúa España a la cabeza de Europa en obesidad infantil. Uno de los frentes que hay que atacar para afrontar un problema de salud pública que es multifactorial es la publicidad alimentaria dirigida a menores. Lo evidencia un estudio publicado en acceso abierto en la revista Nutrients, de tres investigadoras, dos de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y una de la Universitat Pompeu Fabra (UPF). Las expertas recomiendan más control sobre los anuncios de productos de bajo valor nutritivo y más restricciones para el conjunto de normas que autorregulen la publicidad alimentaria dirigida a los niños.

Código de autorregulación ineficaz

El estudio revela que el Código de autorregulación de publicidad de alimentos y bebidas dirigida a menores (PAOS) es ineficaz y no ayuda a prevenir la obesidad. «Se vulneran repetidamente varios principios del código y, además, no se tiene en cuenta que el gran consumo de publicidad de los menores se produce fuera del horario protegido», afirma Mireia Montaña, principal autora del artículo e investigadora del Grupo de investigación en Aprendizajes, Medios de comunicación y Entretenimiento (Game) de la UOC, que ha trabajado junto con Mònika Jiménez-Morales de la UPF y Mercè Vàzquez también de la UOC.

Es importante destacar la importancia de la televisión entre los menores. El 90 % de los niños continúa viendo contenidos televisivos habitualmente y el 80 % los consume, a diario, fuera de lo que se considera horario infantil.

Menos nutritivo, más seductor

Las tres investigadoras analizaron durante tres años, del 2016 al 2018, los anuncios emitidos en la franja horaria más vista por los niños y niñas de 4 a 12 años. En primer lugar, analizaron la calidad nutricional (la etiqueta Nutriscore, un código de colores que indica si los alimentos son más o menos saludables) de los productos de los anuncios más vistos, 905, y de 300 campañas televisivas. Después, correlacionaron el valor nutricional con la estrategia discursiva usada como reclamo publicitario.

Los anuncios más vistos corresponden en su mayor parte a productos alimenticios de escasa calidad nutritiva, «lo que de ninguna manera ayuda a prevenir la obesidad entre esta población», expone Montaña.

También observan que a medida que baja la calidad nutricional de los productos anunciados, más alta es la presencia de elementos que transmiten ideas relacionadas con experiencias positivas, que nada tienen que ver con los productos. Diversión, felicidad, aventura y éxito son algunos de los conceptos recurrentes en la publicidad de productos de más bajo valor nutricional. «Estos estímulos alientan a los niños y niñas, muy vulnerables ante estas estrategias discursivas, a consumir estos productos, ofreciéndoles emociones y experiencias positivas de la compra», dice Montaña.

A medida que baja la calidad nutricional de los productos anunciados, más alta es la presencia de elementos que transmiten ideas relacionadas con experiencias positivas, que nada tienen que ver con los productos.

«Esta relación entre la comida y las emociones es particularmente alarmante», advierte la autora de la UOC. Varios estudios han relacionado el consumo de alimentos de escaso valor nutricional con un estado de ánimo personal bajo, un hecho que se conoce como comer emocional (emotional eating). El concepto se refiere a aquellas personas que buscan compensar sus necesidades emocionales mediante la ingesta de productos, sobre todo ricos en energía, pero de escaso valor nutritivo.

También se ha demostrado en estudios anteriores que la publicidad de productos que se comen por placer pero sin hambre —como el chocolate o las patatas fritas— pueden modificar el comportamiento y causar alteraciones alimentarias, como el trastorno por atracón.

«Dadas las repercusiones negativas que tiene para la salud y, sobre todo, la vulnerabilidad de los niños, creemos que es necesaria una revisión de la aceptación de un discurso publicitario hedonista que puede acabar provocando una disminución del bienestar de las personas», explica Montaña.

Más control, más compromiso

Con los datos sobre la mesa, las investigadoras recomiendan que el Gobierno español aplique una política más restrictiva para la publicidad de alimentos de alto valor calórico y escaso valor nutritivo.

«Consideramos que es necesario un mayor compromiso de la industria alimentaria española, de las agencias publicitarias y de los anunciantes para que la lucha para prevenir la obesidad infantil sea realmente efectiva», escriben las investigadoras en las conclusiones del estudio.

Y añaden: «La medida servirá para proteger mejor a los menores ante productos de poca calidad alimentaria en franjas de máxima audiencia, y demostraremos que somos coherentes entre la realidad que vivimos y las medidas de prevención de la obesidad infantil implantadas por el Gobierno español».

Para avanzar en el conocimiento del impacto de la publicidad alimentaria en la obesidad infantil, las investigadoras indican que hay que hacer más estudios que comparen países europeos con diferentes sistemas de regulación de la publicidad infantil, los niveles de consumo de estos productos y la evolución de los índices de la obesidad infantil.

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