El futuro de la industria agri-foodtech se construye hoy
Artículo de Beatriz Romanos, Venture Partner de Peakbridge VC, divulgadora y coach de innovación, incluido en exclusiva en el Anuario de la Innovación 2024 de Food Retail & Service.
“Sois vitales para que la industria alimentaria española de dentro de cincuenta años siga siendo potente”, decía sobre la industria foodtech Isabel Bombal, directora general de Desarrollo Rural, Innovación y Formación Agroalimentaria, en la presentación de la recientemente creada asociación FATE (Food & Agritech Europe). Y abundaba unas semanas después, durante la presentación del tercer informe de Icex sobre la industria agri-foodtech en España 2023: “Con sus soluciones innovadoras, contribuye a consolidar un sector agroalimentario moderno, competitivo, sostenible y eficiente, y que es capaz de generar empleo, exportación a mercados internacionales y cohesión social, además de retener y atraer talento”.
Durante este aproximado decenio de existencia, he tenido la fortuna de seguir muy de cerca la evolución de la industria que engloba la actividad más innovadora de la cadena agroalimentaria, ya sea como divulgadora, como mentora o como inversora. La he visto pasar desde el casi anonimato, al hype durante 2021, hasta el momento actual en el que la palabra clave es ‘corrección’: de expectativas, de valoraciones, de inversión, de mercado…
A nivel global, esta corrección es muy evidente. Y, como resalta AgFunder en su informe, no hay forma de endulzar el hecho de que la inversión en startups agri-foodtech en 2023 se ha reducido casi a la mitad (49,2%) respecto a 2022. Con $15.600 millones, la cifra está en su punto más bajo de los últimos seis años y ha pasado, de significar el 7,6% del volumen total de capital riesgo, a un 5%. Salvo Bioenergía/Biomateriales y Robótica Agrícola, todas las categorías bajan entre el 50 y el 75%. Sorprendentemente, la que más titulares ha provocado sobre su presunta defunción -Nuevos Alimentos- es la menos afectada, con un 51% y 2.600 millones de dólares.
Los datos de España son menos dramáticos; de hecho, podemos alegrarnos de que el ecosistema agri-foodtech español haya dado muestras de mayor resiliencia que el global, con una caída de la inversión del 15% (según el informe de Eatable Adventures); y de que dé muestras de dinamismo con 420 startups operativas, más de 30.000 compañías potencialmente compradoras y una veintena de centros tecnológicos; y de que haya sido el escenario de la mayor operación de la categoría plant-based, la ronda de 40 millones de euros de Heura.
Ante estos datos, me encuentro en la tesitura de adoptar una postura a medio camino entre el pesimismo derrotista y el optimismo sin complacencia.
En el lado positivo, esos datos cuantitativos y algunos acontecimientos que muestran signos de maduración del ecosistema. Por ejemplo, la fusión de los centros tecnológicos CNTA y FUDin para crear una entidad con mayor envergadura, capacidad de innovación, de desarrollo tecnológico y de atracción de empresas y proyectos. El resultado es el primer centro tecnológico privado especializado en el sector agroalimentario de España, y entre sus líneas de trabajo, además de la investigación, el desarrollo y la transferencia de conocimiento, incluye el apoyo al emergente ecosistema foodtech.
Que en el último año se hayan conformado tres nuevos fondos especializados en agri-foodtech (Eatable Adventures, Cardumen Capital y TheFoodTechLab), que se suman al pionero TechTransfer Agrifood; que UCAM Hightech esté preparando un fondo de 20 millones para cubrir el hueco de las fases iniciales de la transferencia de conocimiento; y que nuestro ecosistema haya captado la atención de fondos internacionales como PeakBridge.
Y son buenas noticias no solo porque hay capital disponible para apoyar a las startups, sino porque necesitamos inversores especializados que entiendan las necesidades y retos de la industria alimentaria, pero que también entiendan que los ritmos y circunstancias de la innovación en alimentación son particulares. Los necesitamos para ser los ojos entrenados en busca de innovación de las empresas que depositan en ellos sus fondos.
Los necesitamos para seleccionar los mejores proyectos, para acompañar a los equipos en su misión de pasar de una idea a un negocio rentable y escalable. Y para que sepan leer y navegar los tiempos duros como los actuales, sin huir como muchos de los fondos generalistas que sucumbieron y alimentaron el hype y hoy repliegan velas.
También son buenas noticias las iniciativas para atacar uno de los grandes desafíos, especialmente en el área de nuevos alimentos. La disponibilidad de instalaciones adecuadas para escalar las producciones después de los primeros pasos en un laboratorio. En un entorno en el que la inversión privada huye de los proyectos intensivos en Capex, dos iniciativas impulsadas por la Administración Pública han leído esta necesidad de reducir el riesgo y flexibilizar de estos proyectos tan novedosos.
Por una parte, el Centro de Innovación en Proteínas Alternativas (CIPA), promovido por la Generalitat a través del IRTA (centrado en la generación de conocimiento y pilotaje, con una inversión de siete millones de euros); y por otra, el recién anunciado European Protein Advancement Center of Catalonia (Epacat). En este caso concebido como una iniciativa de colaboración público-privada de acceso abierto y orientada a la fase preindustrial de la producción de proteínas vegetales. Más allá de cubrir la necesidad descrita, me gustaría destacar su carácter abierto y colaborativo, y complementario con otras capacidades disponibles en el país.
LIDERANDO LA REPRESENTACIÓN DEL SECTOR
Que España sea la cuna de la primera asociación empresarial agri-foodtech en Europa (la mencionada FATE) es otra buena noticia. Supone liderar desde nuestro país la representación del sector e indica la madurez de una industria “que quiere ser actor en primera persona de su propia historia”, y el impulso, o quizá descaro, que nace no en uno de los hubs a los que miramos como referencia -UK, Berlín, Holanda-, sino en la ‘novata’ España.
Pero, como decía, no podemos caer en la complacencia. Como se refleja en el informe de Eatable Adventures, la tasa de mortalidad de startups de nuestro país sigue siendo enorme. Tenemos mucha cantera, pero sufrimos para que los proyectos alcancen una escala que garantice su supervivencia y resulten atractivas para inversores en fases de crecimiento que buscan proyectos de ambición global. Hemos de analizar este gap, y como industria proponer soluciones cada uno desde su área de responsabilidad…
Se echa en falta, también, una estrategia de país, multidimensional, coordinada, conjunta, y con visión a corto, medio, largo y superlargo plazo. Si es cierto que la industria foodtech es necesaria para que la industria alimentaria española siga siendo potente dentro de 50 años, esto se tiene que notar en los planes estratégicos. La Estrategia Nacional de Alimentación, en fase de preparación, es una estupenda oportunidad para ejercer este liderazgo, con capacidad de escucha panorámica, coordinación poliédrica, colaboración generosa y visión con luces largas.
Nuestras universidades y centros de conocimiento son una mina de oro y su calidad es reconocida internacionalmente, pero es necesario complementar expertise centífico y técnico desde el principio con visión de negocio para crear modelos de negocio rentables y escalables. Será muy interesante ver los progresos del modelo que plantea en este sentido UCAM HiTech, el hub de innovación de esta universidad murciana. O las novedades que ha introducido CNTA para sumar la figura del “venture customer” o mentorización focalizada en el cliente en su programa de acompañamiento tecnológico para startups (Food (Tech)2 Challengers).
CULTURA DE INNOVACIÓN ABIERTA
Tenemos que avanzar en nuestra cultura de innovación abierta. Sigue siendo complejo gestionar la transparencia de innovación y cómo repartir el pastel, pasar de ver a la startup como un compañero de viaje, más que como un proveedor al uso. Porque la innovación colaborativa es una gran oportunidad para dar acceso a conocimiento, recursos y experiencia complementarios..., en ambas direcciones. Y no olvidarnos de que la innovación debe pensarse con mentalidad global desde sus inicios, ya que un solo mercado no garantiza el retorno de la inversión.
2024 va a seguir siendo un año difícil en términos de inversión, pero es esperanzador ver cómo a la cadena de valor foodtech se suman categorías con nuevo empuje y atractivo como Bioenergía (un tipo de energía renovable derivada de biomasa) y Biomateriales (materiales como envases o tela hechos de materia orgánica), a medida que el cambio climático impone buscar nuevas fuentes de energía, envases, textil…
Tenemos una oportunidad de jugar un papel relevante en ese partido, e iniciativas como StartBEC de Ainia reflejan la visión y agilidad de nuestro ecosistema para identificar las áreas de oportunidad para impulsar iniciativas emergentes. Pero no olvidemos que, además de tecnología y ciencia, deben dotarse de modelos de negocio viables, llegar a mercado con éxito, escalar y alcanzar la dimensión que realmente permita tener el impacto que buscan.
Finalmente, quizá ‘corrección’ sea la palabra del año, pero me permito acompañar- la con otros conceptos que, en mi opinión, van a ser clave para superar este valle: colaboración, coordinación, educación y comunicación.
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