Hace unos meses, Merca2 planteaba un escenario llamativo: la posibilidad de que Jerónimo Martins, grupo portugués propietario de la cadena Pingo Doce, estuviera en condiciones de adquirir Carrefour. No era una afirmación descabellada. En la última década, el valor de las acciones de Jerónimo Martins ha aumentado un 226%, frente al 91% del conjunto del sector… y el -16% que ha sufrido Carrefour.
En aquel momento —mediados de noviembre de 2024— el valor en Bolsa de Carrefour rondaba los 10.600 millones de euros. Hoy, cinco meses después, y con la acción cotizando por debajo de los 13 euros, su capitalización ha caído hasta los 8.661 millones, según cálculos aproximados. Ese sería, grosso modo, el precio actual de Carrefour, al que habría que sumar la deuda pendiente.
Este escenario abre la puerta a una reflexión aún más provocadora: Mercadona —con una tesorería acumulada de 5.692 millones de euros a cierre de 2024, y creciendo...— podría, en teoría, financiar en metálico casi tres cuartas partes de la muy improbable compra de Carrefour.
Los más entendidos estarán pensando con razón que no soy un especialista en temas de Bolsa. Aun así, soy consciente de que, si se aplicara la prima habitual en este tipo de operaciones, cercana al 20% sobre la cotización media anual —que ha oscilado entre los 14 y 15 euros—, el precio final podría estar cerca de los 12.000 millones.
Incluso en ese escenario, la cadena de Juan Roig ya habría reunido aproximadamente la mitad del capital necesario para afrontar una operación que le convertiría en uno de los principales actores en el mercado internacional, consolidando su presencia en nuevas geografías.
Por supuesto, en Francia difícilmente se permitiría que un operador extranjero —y menos uno español o portugués— tomara el control de un emblema nacional como Carrefour. La operación es pura especulación, casi ciencia ficción. Un juego, lo reconozco, porque ante todo no le encajaría a Mercadona y su sacrosanto modelo, pero sirve para ilustrar el contraste entre el prestigio bursátil y la solidez de un modelo empresarial basado en tesorería real, beneficio recurrente y gestión prudente.
Mercadona tuvo ingresos financieros por valor de 180 millones de euros por la gestión de su tesorería excedentaria. No cotiza en Bolsa, ni falta que le hace: mete el dinero “a plazo fijo” y a seguir generando billetes sin despeinarse... y sin preocuparse de los vaivenes de su valor.