El milagro hortofrutícola español y la innovación
Análisis de Paco Borrás, incluido en exclusiva en el Anuario de la Innovación 2023 de Food Retail & Service.
España ha pasado de una agricultura tradicional de subsistencia a una agricultura moderna, apoyada totalmente en la tecnología y la innovación.
A mediados de los años 70, España era conocida en el terreno hortofrutícola, en Europa y en el resto del mundo, por las naranjas. Éstas representaban el 80% de las exportaciones españolas de frutas y hortalizas, y habían sido durante mucho tiempo una de las pocas fuentes de ingreso de divisas.
Sin embargo, en pocos años, hemos asistido a un verdadero milagro hortofrutícola, ya que hemos pasado de no estar prácticamente en el mapa del comercio mundial de frutas y hortalizas, por debajo de Italia, Francia, Bélgica u Holanda, a convertirnos en el líder mundial de estas exportaciones. Es evidente que en este milagro, que nos ha convertido en un país que hoy exporta más frutas y hortalizas que Italia, Francia, Bélgica, Alemania y Holanda juntas, ha intervenido una serie de factores internos y externos que es interesante desgranar.
La primera fue la entrada en la Unión Europea. En un primer momento por las presiones de Francia e Italia, que ya nos veían venir, nos impusieron un período de diez años durante los cuales se nos reducía cada año el 10% los aranceles comunitarios. El periodo se acortó al final en tres años al coincidir el momento en que se puso en marcha el Mercado Único y España se encontró con 500 millones de consumidores a los que podía vender sin ningún tipo de frontera, traba burocrática o arancel. España estuvo, de golpe, dentro de un mercado interior doce veces más grande que ella misma.
Nosotros teníamos la tierra para cultivar, el clima, los agricultores históricos que sabían trabajar la tierra, el saber hacer de las exportaciones citrícolas fundamentalmente, de los tomates de Canarias, de las patatas, cebollas, melones o frutas de hueso que nos habían permitido exportar en fechas que Francia e Italia no producían. Y esas exportaciones habían contado con unos servicios Fito y Soivre de los Ministerios de Agricultura y Comercio, que sin lugar a dudas habían ido educando a productores y exportadores a cumplir normas de exportación que ahora nos venían como anillo al dedo.
Y en ese momento aparecieron otros factores externos e internos que se desarrollaron en paralelo al mercado que se nos presentaba. Las ayudas financieras de los fondos de la Unión Europea nos ayudaron a construir rápidamente una serie de autopistas que conectaron Murcia y a continuación toda Andalucía con Europa, reduciendo el tránsito interior a la mitad.
Hasta muy pocos años antes, habíamos sido proveedores de mano de obra para ayudar al milagro económico alemán y al desarrollo de Francia, pero, a partir de finales de los 90, se invirtió la tendencia. Nos llegaron inmigrantes tanto de los países del Este, después de la caída del muro de Berlín en el 89, como del norte de África y de Sudamérica; y estos fueron claves para el impulso del incremento exponencial de la producción hortofrutícola española.
Dos nuevos factores acompañaron este proceso. La incorporación al campo de profesionales formados en las escuelas y universidades. Hasta ese momento el campo era un lugar donde la tecnología y la innovación prácticamente no habían existido y los agricultores habían aprendido de sus padres y estos de los abuelos. Entonces apareció la innovación, interpretada por estos técnicos que eran capaces de trasladar a los agricultores las novedades que aparecían en la agricultura.
Si hacemos un repaso por algunas zonas, vemos cómo en la Comunidad Valenciana, base histórica de los cítricos, se erradicaron enfermedades que habrían liquidado toda la producción, como la Tristeza, pero que el IVIA resolvió con los patrones resistentes a la enfermedad en muy poco tiempo.
La Cooperativa Anecoop puso en marcha la primera Sandía Sin Pepitas, que ha permitido triplicar la producción española y alcanzar el millón de toneladas de exportación de este producto. También creó el Kaki Persimon, cambiando totalmente el paisaje de algunas comarcas.
En Murcia se produjo el cambio de la huerta tradicional a la horticultura de campo abierto, donde las nuevas variedades de lechugas y brásicas, junto con la puesta en marcha de todas las tecnologías de cultivo e irrigación, cambiaron totalmente zonas. En paralelo, se produjo en muy poco tiempo el cambio de cultivo de la uva con pepitas histórica a las apirenas o uvas sin pepitas, a una explosión de las frutas de hueso apoyadas en cambios varietals tecnológicos que han cambiado radicalmente el paisaje.
Sin lugar a dudas, se dieron en Andalucía las implantaciones más radicales en innovación y tecnología, cambiando totalmente las provincias de Almería y Huelva. En el caso de Almería, dos fotos de la NASA, a finales de los 60 y hace un año, nos lo muestran. Si se repitiera en Huelva, entenderíamos cómo prácticamente una zona de agricultura tradicional de subsistencia se ha convertido en el polo mundial de referencia para los frutos rojos.
Todas estas transformaciones no se pueden entender si no se observa en cada zona de España como las citadas, pero también en el valle del Ebro, Extremadura, las dos Castillas o la costa tropical de Andalucía, cómo durante estos años España ha pasado de una agricultura tradicional de subsistencia a una agricultura moderna, apoyada totalmente en la tecnología y la innovación.
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