El consumidor de 2023 tiene inquietudes ecológicas y saludables pero es "caprichoso e incoherente", señalan expertos
Exige a la industria alimentaria productos que cuiden su salud, satisfagan su sed de experiencias y aplaquen su conciencia ecológica y social, pero sin renunciar a sus comidas preferidas. La industria alimentaria ya trabaja en el equilibrio de todos estos elementos.
El placer es fundamental para los consumidores españoles, pero ha dejado de ser la única variable. El consumidor de 2023 vive en un equilibrio entre el placer y una serie de inquietudes entre las que destacan la protección del planeta, el cuidado de su salud y la conciencia social.
Es fundamentalmente caprichoso e incoherente, por lo que las compañías deberían abordar sus apetencias con cuidado. Esa es la conclusión a la que han llegado expertos durante la conferencia Food Scouting: trends and insights, promovido por Synergic.
Un ejemplo ilustrativo: los ciudadanos separan las basuras en diferentes contenedores de reciclaje, lo cual les supone un esfuerzo pequeño, pero no renuncian a la comodidad de recibir montones de compras en casa a través de Amazon. Nos encontramos, en definitiva, con “un consumidor más consciente pero egoísta, con una gran dificultad para ser consecuente con sus preocupaciones”, señala la experta Elena Brustenga.
Sostenibilidad: las compras con conciencia
Los consumidores han adquirido conciencia de la repercusión que sus decisiones de compra pueden tener en el planeta y sostenibilidad ya no es un término extraño, sino cotidiano.
Incluso la dieta adecuada puede ayudar a salvar el planeta es tendencia, en la línea de lo que defienden ensayistas como John Robbins, autor de The Food Revolution: How Your Diet Can Help Save Your Life and Our World.
Esto explica, por ejemplo, el auge del mijo, un supercereal rico en proteínas que junto con otros alimentos podría ayudar a disminuir el consumo de carne. El gobierno indio está potenciando su cultivo, así como su uso en forma de tortitas, junto a otros cereales, arroz, etc. Es una industria con un potencial enorme que ya está creciendo en occidente. El auge de vegetarianismo, veganismo, back to the roots y animalismo está, por supuesto, estrechamente relacionado con esto.
En relación con esta inquietud, existe un auge espectacular de industrias de reaprovechamiento para evitar el desperdicio. Por ejemplo, la española Ingredalia ha cosechado éxitos importantes procesando desperdicios de brócoli no aprovechados y usando sus componentes bioactivos para crear nuevos componentes: suplementos y aditivos para enriquecer otros alimentos. También es destacable el boom de los productos que imitan la carne, plant-based.
La salud, nueva religión del siglo XXI
La salud es una de las grandes prioridades de los consumidores de hoy. Es casi una obligación individual y social.
Además, si antes el concepto de salud era sinónimo de no estar enfermo, ahora el concepto es mucho más amplio: se reivindican el ejercicio físico y la estética del cuerpo, además de la salud mental y emocional. Este último aspecto explica la popularidad del yoga y la meditación.
Por supuesto, esto ha llevado a que algunos productos decaigan y otros se pongan de moda. El azúcar es hoy en día el gran demonio, casi equiparable al tabaco. La carne y la leche de vaca están bajo cuestión. También los procesados.
Incluso el alcohol ha perdido parte de su encanto, lo que ha llevado a la nueva moda de las bebidas refrescantes de baja graduación.
El consumidor busca productos apetitosos, no restrictivos y castigadores, lo que ha llevado a una "sanificación de la cesta de la compra", señala Malwine Steinbock. De ahí la popularidad del muesli rico en proteínas, las bebidas protectoras del hígado e incluso de las galletas con encimas para mejorar la digestión, recientemente lanzadas al mercado por Oatly, gran promotor de la leche de avena.
La conveniencia, en una sociedad como la que vivimos, es clave para seducir al consumidor. También al consumidor concienciado.
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