8 de cada 10 españoles creen que sus hábitos alimentarios impactan en el medioambiente
Existe un consenso amplio sobre la necesidad de modificar los hábitos de alimentación (79,8%) y en la dificultad de hacerlo (73,9%), según un estudio de Hispacoop.
Ocho de cada diez españoles comparten la idea de que sus hábitos de alimentación (compra y consumo) tienen un impacto ambiental y que es necesario avanzar hacia sistemas alimentarios más sostenibles. Conocer mejor la situación puede contribuir a reducir los daños sobre el medioambiente y unir los objetivos de salud y sostenibilidad podría multiplicar la disposición a actuar. Se detecta una baja predisposición a la acción, porque son muchos los que creen que ya hacen algo.
Estas son algunas de las conclusiones del Estudio sobre el impacto ecológico de los hábitos alimentarios de la población española, realizado por la Confederación Española de Cooperativas de Consumidores y Usuarios, Hispacoop.
Esta incidencia de los hábitos de alimentación en el medioambiente aumenta significativamente entre las mujeres (84,3%), los menores de 45 años (≥88,7%), con estudios secundarios o universitarios (≥86,15), de clase social alta, media-alta (89,1%), posicionamiento ideológico de izquierdas (95,0%) y residentes en las dos grandes ciudades del país: Madrid y Barcelona (88,4%).
Por el contrario, representan el 13,5% quienes tienen una actitud contraria a que exista tal impacto, siendo el porcentaje significativamente superior al 13,5% entre los hombres (19,1%), quienes tienen entre 45 y 64 años de edad (≥17,7%), con estudios hasta primarios (24,8%), clase social media-baja o baja (18,4%), posicionados ideológicamente en la derecha (23,7%) y en el hábitat rural. El 6,2% de quienes no se posicionan tienen un perfil con dos características comunes (estudios y clase social) pero se diferencia por incluir a los mayores de 65 años.
El estudio muestra así una elevada concienciación respecto al impacto ambiental de los hábitos alimentarios y hay un acuerdo mayoritario en que los hábitos de alimentación saludables impactan menos en el medioambiente que los no saludables (75,2%). Existe un consenso amplio sobre la necesidad de modificar los hábitos de alimentación (79,8%) y en la dificultad de hacerlo (73,9%). Y la intención de cambio aumenta considerablemente cuando se responde sobre un hábito específico: guiarse por las recomendaciones dietéticas saludables y sostenibles o interesarse por conocer mejor el impacto ambiental de los alimentos.
BARRERAS PARA CAMBIAR DE HÁBITOS
Respecto a las barreras al cambio de hábitos alimenticios, esta investigación hace la siguiente clasificación en tres grupos:
1.- Barreras relacionadas con la compra y la planificación de los alimentos: el precio de los alimentos con menor impacto ambiental (62,5%), la disponibilidad del tiempo o estilo de vida actual (46,8%) y el esfuerzo que requiere cambiar los hábitos actuales (37,5%) de la población.
Hacer una compra planificada, en vez de intuitiva o compulsiva, y realizar una compra de proximidad o cercanía son medidas que gozan de un consenso mayoritario para reducir el impacto ambiental de los hábitos alimentarios y que tienen un menor rechazo en cuanto a la intención futura para ponerlas en práctica. Sin embargo, reducir la cantidad de alimentos que se consumen, es una medida que, aunque se percibe mayoritariamente como reductora del impacto ambiental, muestra un consenso menor; y, además, alcanza una de las mayores tasas de rechazo (24,0%).
2.- Barreras relacionadas con la información y la necesidad de adquirirla: la información contradictoria o confusa que llega a las personas por otros canales aparte del etiquetado (60,5%); el propio etiquetado actual, que no ayuda a conocer el impacto ambiental de los alimentos (55,0%) y los pocos conocimientos reconocidos sobre el impacto ambiental (35,7%).
Como decíamos, ocho de cada diez ciudadanos/as creen que conocer mejor el impacto ambiental de los alimentos puede contribuir a reducirlo (80,5%), medida que reúne un consenso mayoritario, según este estudio. La intención de cambio aumenta considerablemente cuando se responde sobre un hábito específico. Así, el 31,7% asegura su intención próxima de guiarse por las recomendaciones dietéticas saludables y sostenibles, mientras que el 21,0% asevera su propósito de interesarse por conocer mejor el impacto ambiental de los alimentos.
Todas las medidas que ayuden a ampliar la información sobre los alimentos y su impacto son bienvenidas, especialmente entre las personas que consideran necesario modificar los hábitos de alimentación para causar menor impacto ambiental.
3.- Barreras relacionadas con la dieta y el cocinado de los alimentos: el hecho de tener que prescindir de alimentos o sabores a los que están muy acostumbrados (37,7%) y sus pocos conocimientos de cocina (27,9%). Estas dos barreras son percibidas por un porcentaje menor de las personas.
Para la mayoría de la población, las medidas de desperdiciar menos alimentos y aprovechar más los sobrantes, aumentar el consumo de alimentos de temporada, apostar por la cocina tradicional y de elaboración doméstica y cambiar hacia una dieta más equilibrada y saludable, son las que pueden contribuir a reducir el impacto ambiental, y que, además, su rechazo a ponerlas en práctica es prácticamente residual.
Sin embargo, sustituir el consumo de algunos alimentos de origen animal por otros de origen vegetal, genera una mayor controversia, representando el 56,9% los que consideran que esta medida contribuye a reducir el impacto ambiental y el 36,9% quienes opinan lo contrario. Además, cuatro de cada diez ciudadanos/as aseguran que no tienen intención de hacerlo próximamente (38,3%), opción mayoritaria entre las tres propuestas y casi 16 puntos superior al porcentaje de quienes afirman prever cambios en esa dirección (22,6%).
Finalmente, las ayudas propuestas para generar menor impacto ambiental son vistas con buenos ojos por la ciudadanía, sobre todo aumentar los conocimientos sobre conservación, almacenaje o cocinado de alimentos, seguida de el hecho de dedicar más tiempo a la alimentación y, en menor medida, disponer de información sobre las dietas ecológicas o sostenibles.
CONSUMIDORES POCO PREDISPUESTOS AL CAMBIO
Los resultados del análisis indican una baja predisposición a la acción, no porque las acciones propuestas generen rechazo, sino porque la mayoría de la población niega que supongan cambios en sus hábitos actuales. Esto ocurre sobre todo en el caso de aquellos hábitos que no implican cambios ni en el tipo ni en la cantidad de alimentos a consumir, concretamente, alrededor de siete de cada diez considera que "ya actúa de ese modo", es decir, ya planifica su compra, la realiza en establecimientos de proximidad, cocina productos frescos, no desperdicia alimentos y lleva una dieta equilibrada y saludable.
Esta baja predisposición a la acción, junto con la elevada adhesión a las distintas medidas que podrían facilitar la transición a una alimentación más sostenible, pone claramente de manifiesto las dificultades y las barreras que existen para llevar a cabo cambios profundos, y, por consiguiente, la necesidad de implantar acciones que favorezcan el proceso de transformación hacia una alimentación con menor impacto ambiental.
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