Los influencers
Se ha hecho mención en este medio que ha aparecido un estudiante en nutrición que se pasea por supermercados opinando sobre los productos que están a la venta y denunciando aquellos que presentan, según su criterio, alguna irregularidad.
Si bien la iniciativa me ha parecido, cómo no, conceptualmente de alto interés, me ha descorazonado el tono -creo que intolerable- de sus declaraciones sobre Alcampo y su iniciativa La Vida Azul:
"Como no retiráis vuestra campaña voy a proponer un boicot diario entre todos mis seguidores y no vamos a parar hasta que no dejéis de engañar a la población. Quiero una respuesta..."
Claro, el caso es que en seis meses sus vídeos han sumado más de 420.000 visualizaciones y a nadie hace gracia una opinión negativa de alguien popular y menos con este nivel de agresividad... tan difícil de gestionar...
Leí hace poco el toma-daca de Elle Darby, influencer de 22 años de edad, que proponía pasar cuatro días en un hotel a cambio de fotos en Instagram y vídeos de YouTube. El hotel contestó publicando en redes que no veía cómo pagar a su personal con el intercambio. Ella replicó con un vídeo en la que se mostraba sollozando por haber sufrido humillación y el hotel, de ramalazo final, comunicó que prohibiría a bloggers e influencers entrar en sus instalaciones por siempre jamás.
Sé que cada caso es un mundo y que, por ejemplo, este de Elle -que nunca exigió- se parece más una negociación que a un desplante con chulería.
Quien promueve actitudes positivas me parece encomiable; quien incita al malrollismo, evitable.
Por eso creo que hay que diferenciar entre quienes pretenden poner en valor sus capacidades y su yo y quienes más que a aportar juegan a desprestigiar.
Derecho a hablar y derecho a callar. También a opinar sobre los que tienen muchos seguidores que, aunque sean millones, no tienen por qué tener razón. La notoriedad no equivale a la respetabilidad.