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SECTOR FMCG

¿Y si subimos la temperatura de los alimentos congelados? Pros y contras de los 3 °C de diferencia que dividen al sector

La European Food Safety Authority (Efsa) ya estudia la viabilidad de este cambio, que podría transformar la industria del almacenamiento frigorífico en Europa en caso de demostrarse que no afecta a la seguridad alimentaria.

Publicado: 28/02/2025 ·14:05
Actualizado: 28/02/2025 · 16:57
  • La UE ha comenzado a analizar la viabilidad de un límite de -15 °C, pero todavía no ha emitido recomendaciones.

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Subir de -18° a -15°C la temperatura de almacenamiento de alimentos congelados. Este es el objetivo de la iniciativa ‘Move to -15°C’ impulsada por la Minus 15°C Coalition, que con Thomas Eskesen, antiguo vicepresidente de Maersk, al frente y con el apoyo de gobiernos como el de Dinamarca y diversos organismos reguladores está suscitando un intenso debate en la industria de la cadena de frío.

Mientras a favor se esgrimen beneficios potenciales en términos de eficiencia energética, reducción de costos operativos y sostenibilidad medioambiental, las dudas planean sin embargo en torno a ciertos desafíos relacionados con la seguridad, la calidad alimentaria y costes de transición que requieren un análisis riguroso y un enfoque estratégico para su implementación.

Recientes investigaciones, como el estudio titulado ‘The three degrees of change’, sugieren que estos tres grados centígrados de diferencia son capaces de cambiar muchas cosas y su adopción global tendría un impacto ambiental determinante: reduciría la emisión de 17,7 millones de toneladas de carbono cada año (el equivalente a las emisiones de 3,8 millones de coches); rebajaría entre el 5 y el 7% el consumo energético anual en toda la cadena de frío, y potencialmente hasta el 12%; y permitiría ahorrar, aproximadamente, 25 teravatios/hora de electricidad al año (equivalente al consumo medio anual de electricidad de 3.750.000 personas en la Unión Europea o el 8,63% del consumo energético anual del Reino Unido).

Campaña que promueve el cambio de temperatura a la que se almacenan y transportan los alimentos congelados en todo el mundo.
Campaña que promueve el cambio de temperatura a la que se almacenan y transportan los alimentos congelados en todo el mundo.

Defensores de esta posición a favor del cambio en la industria alimentaria se manifiestan, sin resquicio de duda, desde la Asociación de Explotaciones Frigoríficas, Logística y Distribución de España (Aldefe): "Desde nuestro punto de vista, avalado por la inmensa mayoría de la industria del almacenamiento frigorífico público en Europa, sí es posible. Y además es necesario. Basta un ajuste normativo y un seguimiento exhaustivo del control de temperatura para evitar riesgos biológicos", sostiene Marcos Badenes, secretario general de la organización.

En opinión de Aldefe, "la ventaja es clara y en nuestro sector se ve trasparente como el agua". Según argumenta Badenes, al reducir la temperatura se reduce la producción de frío por parte de las centrales de frío de las cámaras frigoríficas con la consiguiente disminución del consumo de energía primaria y el ajuste de los maxímetros a una potencia menor para producir frío: "Esto implica una mejora en la eficiencia energética automática; y en cuanto a la sostenibilidad, una misma cámara frigorífica produciendo menos grados centígrados negativos para un mismo producto de forma automática se traduce en una minoración en la emisión de CO2 a la atmósfera. Es una receta de éxito sin parangón", afirma con rotundidad el secretario general de Aldefe.

Mantenimiento estricto para una seguridad higiénica

Como todo gran desafío, la propuesta también cuenta con detractores, quienes argumentan que la seguridad higiénica de los alimentos congelados está ligada a una rápida disminución de la temperatura a -18 °C y al mantenimiento estricto de la cadena de frío. "Si tenemos -18 °C como temperatura de conservación es por muchas razones y, sobre todo, es por seguridad; los puntos críticos de control tienen establecidos límites críticos claros para garantizar la inocuidad de los alimentos”, alertan algunos expertos de calidad y seguridad alimentaria. "Aunque podría representar un ahorro energético, los riesgos asociados en términos de deterioro y posibles incumplimientos normativos hacen que esta práctica no sea recomendable… Quizá no deba ser todo o nada, y un enfoque por categoría sería lo apropiado", advierten otros. "Si esperamos hacer un cambio en el clima, ¿por qué no se miran otras situaciones que tienen mayor efecto sobre el consumo energético y la contaminación?", se preguntan los más reticentes.

Por su parte, la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU. (FDA) señala que, aunque los alimentos son seguros indefinidamente a 0 °F (-18 °C), su calidad disminuye cuanto más tiempo permanecen en el congelador. Características como textura, sabor, aroma, jugosidad y color pueden verse afectadas.

"Lo que está claro es que necesitamos abordar el desperdicio alimentario y el consumo energético de manera conjunta, y cualquier ajuste en la cadena de frío requiere un análisis técnico sólido y un consenso entre todos", apunta María José Herrero, fundadora de FoodAdvisor, en el debate que en torno al tema ha motivado en su perfil de Linkedin.

Con cierta cautela, Alberto Bueno, gerente de la Asociación Frozen España, involucrada actualmente a través del grupo internacional de asociaciones de congelados en el desarrollo de varios estudios que validen la innovación en este apartado, apunta que "si bien es cierto que hay productos que no ven afectadas sus propiedades, hay otros que tienden a ser menos sostenibles".

Según esta organización integrada por fabricantes y distribuidores de productos congelados, la industria internacional de este tipo de alimentos es consciente de su gran responsabilidad y lleva muchos años optimizando la cadena de valor a todos los niveles hacia una mayor sostenibilidad y protección del clima. Y en este sentido, consideran que "aumentar la temperatura de los congeladores podría ofrecer una gran oportunidad para reducir significativamente el consumo de energía y las emisiones de carbono".

Para lograrlo, desde la International Frozen Food dirigen el foco a la necesidad de "examinar científicamente qué cambios de temperatura son posibles para toda la categoría sin poner en peligro la alta calidad y seguridad de los productos congelados", y reclaman "el apoyo de las diferentes instituciones para poder seguir estudiando y avanzando".

En opinión de Marcos Badenes, los inconvenientes que principalmente podría conllevar la medida son de carácter operativo: "Hay que tener claro qué productos pueden aumentar sus temperaturas y cuáles no y qué cámaras frigoríficas están ligados a estos productos. Con esto muy claro, no hay inconvenientes; ahora bien, esto tiene que estar claramente refrendado por Sanidad. Sin su aprobación, no podemos movernos ni un grado centígrado.  Además, hay que llevar un control mayor de los termógrafos en cámaras para evitar errores y controlar la operativa para que los rangos de temperatura no se descuadren. Básicamente, trabajo técnico", aclara el secretario general de Aldefe.

Regulación internacional

Tanto por seguridad alimentaria como por la necesidad de uniformidad en el comercio global, la temperatura de almacenaje, transporte y distribución de los alimentos congelados está regulada internacionalmente y cualquier cambio en las normativas nacionales ha de pasar necesariamente por una revisión de las normas internacionales.

Las diferentes vías de investigación en marcha analizarán las posibles consecuencias sobre la calidad y seguridad alimentarias.
Las diferentes vías de investigación en marcha analizarán las posibles consecuencias sobre la calidad y seguridad alimentarias.

La UE ha comenzado a analizar investigaciones sobre la viabilidad de un límite de -15 °C, pero todavía no ha emitido recomendaciones. En concreto, la European Food Safety Authority (Efsa) se ha mostrado abierta a estudiar la viabilidad de este cambio y a revisar los estándares si se presentan estudios concluyentes que respalden la transición a temperaturas de −15 °C sin riesgo para la salud pública y demuestren que no afecta la patogenicidad. Por tanto, es previsible que la Comisión Europea publique con el tiempo un informe sobre la viabilidad y los posibles riesgos asociados con la modificación de la normativa de temperatura.

Por el momento, solo se están valorando propuestas teóricas, tomando como base los ahorros de Kw/h en cámara y su traslado a emisiones de CO2. "Pero si se acaba autorizando, habrá que llevarlo a la práctica y ahí es donde pueden surgir las peculiaridades de cada instalación y de cada producto almacenado", aclara Badenes.

En cuanto al plazo en el que podremos conocer resultados concluyentes, a partir de los datos obtenidos de las diferentes vías de investigación actuales, Aldefe concluye que el tema "está básicamente en manos de la UE". No obstante, añaden, que con la necesidad de mejorar la eficiencia de miles de cámaras frigoríficas en toda Europa y con los objetivos de descarbonización fijados a 2030 "es algo que puede ser considerado a corto plazo". 

 

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