El alarmismo alimentario, una preocupación para el sector de gran consumo: "Nos sentimos indefensos"
Cadenas de supermercados y fabricantes sufren periódicamente caídas en ventas a causa de la desinformación relacionada con alertas alimentarias. El sector reclama soluciones.
El 4 de marzo de 2024, el Sistema de Alertas de la Comisión Europea RASFF notificó la presencia de hepatitis A en una partida de fresas procedente de Marruecos.
Las instituciones sanitarias detectaron y retiraron el producto antes de su entrada en el mercado español en una operación que podría catalogarse de rutinaria. Sin embargo, la alerta fue utilizada por algunos medios para sembrar la desinformación entre el gran público.
Como consecuencia, "la venta de fresas en supermercados y comercio tradicional cayó entre el 10% y el 15% de una manera absolutamente injustificada", señalan fuentes bien informadas a este medio. "La noticia afectó a toda la producción de fresas, principalmente españolas".
Al respecto de los bulos relacionados con los productos importados, la misma fuente precisa que "tienen que cumplir los mismos estándares que los productos de la Unión Europea".
En un momento en que los agricultores contaban con la simpatía de gran parte de los españoles, el presidente de la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja) llegó a cuestionar la actuación de las autoridades europeas, a quienes acusó de dejarse influir por "intereses comerciales", y deslizó la teoría de que la contaminación de hepatitis se debía al riego con aguas fecales en Marruecos.
No es el único caso. En abril se hizo pública una alerta en relación con un lote de Chocolate negro 72% de Mercadona que podría contener trazas de plástico.
El origen de dicha alerta fue la llamada de un consumidor, a continuación de la cual tanto la cadena valenciana como el proveedor inmovilizaron y retiraron el mencionado lote del mercado.
En este caso, algunos medios de comunicación (incluido FRS) proporcionaron una información valiosa al incluir el nombre del producto y el número de lote, de manera que los consumidores pudieran verificar y tomar las medidas oportunas (entre ellas, la devolución). En cambio, otros medios aprovecharon la circunstancia para volver a sembrar un terror indiscriminado que socavó las ventas de la cadena en toda la categoría de chocolate.
"Nos sentimos indefensos", reconocen fuentes del sector. "Ante una alerta completamente normal, frente a la que se ha actuado bien, recibimos un impacto negativo debido al mal tratamiento de la información. Hay demasiado trabajo detrás que no se ve".
El caso de las ONGs
En ocasiones, las alertas ni siquiera proceden de las autoridades. Asociaciones animalistas y ONGs a menudo realizan pruebas de laboratorio difíciles de verificar y divulgan alertas alimentarias que luego no tienen el refrendo de las autoridades sanitarias, pero ocasionan un perjuicio a las cadenas o fabricantes afectados.
"A veces, estas asociaciones solicitan veterinarios para realizar un informe sobre imágenes, sin que pueda conocerse de dónde procede la imagen o qué fecha tiene, ni contrastarse in situ", explica un veterinario vinculado con las instituciones sanitarias.
"Sabemos que las redes sociales generan un eco importante en todo lo que tiene que ver con el consumo y la seguridad alimentaria, pero así no podemos seguir", defiende otro profesional del sector. "Estamos generando un daño reputacional y una desconfianza en el consumidor que no son razonables".
Desde el sector se sugieren soluciones como centralizar en la administración la comunicación de alertas, pero por el momento parece de difícil aplicación.
El consuelo para enseñas y fabricantes es que, si bien la desinformación asusta a la gente, "luego se olvida rápidamente". Hasta la siguiente alerta.
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